Jaume Cabré. Yo confieso. Barcelona, Ediciones Destino. Quinta reimpresión, 2011.

   
 

El autor. Barcelona, 1947. Filólogo y escritor. Catedrático de enseñanza media en excedencia. Miembro de la Sección Filológica del Instituto de Estudios Catalanes (Academia de la lengua catalana). Es autor de una producción muy variada: guiones para cine y televisión, ensayos,  cuentos, relatos infantiles, teatro y novelas. Entre las últimas figuran: Galceran, l’heroi de la guerra negra; El mirall i l’ombra (1980); La teranyina (1984); Fra Junoy o l’agonia dels sons (1984); Senyoria (1991); El llibre de Feixes (1996); L’ombra de l’eunuc (1996); Carn d’olla (1999); Les veus del Pamano (2004); Jo confesso (2011) .Traducido a diferentes idiomas. Ha recibido por su obra literaria un gran número de premios y distinciones en Cataluña.

 



La Obra.



En este apartado de Mis recomendaciones entrefraseadas debería entenderse que caben las dos posibilidades, la de que recomiende o no la lectura de un libro. Aclarado esto, por si había dudas, en el caso concreto del que reseño a continuación, mi posición “particular” es la de no recomendarlo. Algunas razones: una pretendida originalidad, gran dificultad para afrontar su lectura, aburrido, pretencioso, extenso y bastante, incluso muy, capcioso en algunos de sus comentarios.  En todo caso para lectores no corrientes, escrito originariamente en catalán, traducido brillantemente por Concha Cardeñoso. Si nos dejamos llevar por los comentarios de algunos críticos pareciese como que el autor hubiera inventado la pólvora; algunos han llegado a considerarla como “la gran novela central de la literatura catalana, comparándola con lo que supuso La montaña mágica de Thomas Mann para la literatura germánica” y del autor llegan a asegurar que “se sitúa en el mismo registro de Dostoievski o Proust”. Desconozco en que se basan para tales afirmaciones pero, como decimos por aquí, yo me quedaría con eso de “menos lobos, Caperucita”. Los afanes de promoción, en los que tantos incautos caen, conducen a afirmaciones ciertamente disparatadas. Puestos a realizar comparaciones más terrenales, la obra puede recordar, y digo bien, a un Roberto Bolaño por su tendencia al caos y mezcla de historias (ver Recomendación en esta misma Web de mayo 2011); a João Gilberto Noll, muy especialmente, nada de literatura fácil y ausencia de orden  (ver Recomendación en esta misma Web de octubre 2015) y a Andrés Neuman por las frases inacabadas (ver Recomendación en esta Web de septiembre 2009).

El elemento vertebrador del libro lo constituye un antiguo y carísimo violín, que va cambiando de mano en mano. El protagonista-narrador, un superdotado, llamado Adrià, nos va contando su vida, que surge como una carta de amor (larga carta, más de 800 páginas)  desde la infancia hasta sus últimos días, una vida muy ligada a un amor que siempre se le escapa, al famoso instrumento musical y a un amigo, Bernat, que nunca le falla. De fondo muchas historias relacionadas con el nacismo, el franquismo, la religión…y, sobre todo, la maldad que se repite a través de los siglos. Y duele, que de diáspora también sabemos, que al autor le salga sin venir a cuento su independentismo reconocido cuando, entre otras sutilezas a lo largo del libro, concretamente   en la página 514, se vale de uno de sus personajes para expresarse en los siguientes términos: “Por eso soy judío, aunque no lo sea de nacimiento, que yo sepa, pero sí de voluntad, como lo son muchos catalanes que nos sentimos esclavos en nuestra tierra y sabemos lo que es la diáspora por el mero hecho de ser catalanes”. Hombre, permíteme, si us plau:  ¡Qué la opresión franquista la sufrimos todos! Una vez más, ese encuentro cansino con la tendencia a falsear la realidad, con tal de amparar una ideología. Por cierto, no recuerdo exactamente ahora en donde leí: “Las personas inteligentes no suelen ser independentistas” y sí recuerdo lo de Borges, quien aseguraba que lo del nacionalismo era “la manía de los primates”. Y es que nuestro futuro es acordado o será malo.

El protagonista resulta evidente que nace a mejor lucimiento del autor, del que dicen es un apasionado de las lenguas  (en el libro aparece hasta el gallego) y de la música. Los personajes resultan aburridos, planos, y a la obra, al igual que Adrià asegura de lo que escribe su amigo Bernat, le falta alma.     





 

 

   
 

Para mí un nacionalista es un señor que cree que en el pasado está su futuro.

   
 
 
 
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