Roberto Bolaño. Los detectives salvajes. Barcelona, Editorial Anagrama.

 

El autor: Nacido en Chile (1953-2003), narrador y poeta (ver reseña correspondiente a Diciembre 2008). Su prestigio no ha dejado de crecer en los últimos años, hasta convertirse en uno de los escritores latinoamericanos imprescindibles de nuestro tiempo. Entre sus obras se encuentran los libros de cuentos Llamadas telefónicas, Putas asesinas y El gaucho insufrible, y las novelas Estrella distante, Amuleto, Monsieur Pain, Nocturno de Chile, Amberes, Los detectives salvajes (Premio Herralde de Novela, Premio Rómulo Gallegos) y 2666 (ver reseña ya citada), que ha obtenido numerosos galardones. Póstumamente se han publicado El secreto del mal, La Universidad Desconocida, Una novelita lumpen y La pista de hielo.

La obra: Esta es la primera vez que repito autor en Mis recomendaciones. Mereció la pena, digo la lectura de la novela. Me encontré con ese Bolaño que tanto y tantos alaban, en su más pura esencia, porque algunas dudas aun me podían. De esta novela nos vamos a encontrar con mucho ingenio, con un estilo directo y con personalidad a raudales (Bolaño nació para escribir a su manera) y mucha experiencia de la vida que emana del propio protagonista o, en este caso, del propio autor. Bolaño es Belano, por lo menos casi, y me van a entender antes de lo que piensan. Este libro, aunque muchísimo más digerible, guarda alguna semejanza con 2666: en los dos subyace una búsqueda, la de Beno von Archimboldi, un enigmático escritor en esa, y la de una tal Cesárea Tinajero, una misteriosa escritora, en esta. Lo cierto es que la estructura de la novela, la disposición del argumento, resultan muy particulares. La primera parte se corresponde con el diario de un muchacho, Juan García Madero, que ha sido invitado a formar parte del realismo visceral, un grupo “poético” integrado por varios jóvenes, de los que Ulises Lima (detrás del que está el poeta Mario Santiago) y el chileno Arturo Belano (álter ego de Bolaño, ¿verdad que ya me entienden?) son los cabecillas, que tienen muy poco que ver con la buena literatura y que se encuentran más cerca de la miseria o de la demencia. El propósito de los líderes, Ulises y Arturo, los detectives salvajes es encontrar a Cecilia Tinarejo, de la que esperan que les revele y les comparta una verdad absurda y solamente intuida. La segunda parte de la novela, la más voluminosa, consiste en la reconstrucción de la historia de Ulises Lima y de Arturo Belano a través de distintos testimonios: un fotógrafo español, un torero mexicano, una estudiante francesa, una prostituta adolescente, una prócer uruguaya (testimonio conmovedor, la historia de Auxilio Lacouture, una mujer que resiste la ocupación militar de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM de México) , un abogado gallego ( no se lo pierdan, final de ese capítulo incluido, página 448), un editor mexicano, y así hasta cerca de 40 personajes, reales o ficticios (uno de ellos Carlos Monsiváis, tan a propósito, siempre dispuesto a dar batallas contra los monstruos de la razón autoritaria, recientemente fallecido). La tercera, y última, parte de la novela retoma el diario de García Madero. Dicho lo anterior, me uno a lo que puedan estar pensando, en efecto, la novela está habitada por una multitud de voces narrativas pero, por encima de ese caos, que sí, que esa sensación la tenemos, lo cierto es que siempre hay algo que nos invita a seguir: la fuerza de la prosa de Roberto Bolaño. Cuando terminas la novela, más de 600 páginas, aunque parezca mentira, no se sienten demasiadas. Sólo me gustaría saber la opinión de Octavio Paz. ¿Qué esto no lo entiendes? ¿Qué por qué pregunto esto? Si te haces preguntas es que no eres un lector corriente, y para esos escribía Bolaño.


   
 

Nos deshacemos en palabras hasta llegar a torturarnos, porque somos incapaces de llegar hasta donde llega nuestra emoción.

   
 
 
 
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