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El autor: Nació en 1977 en Buenos
Aires, ciudad donde pasó su infancia. Hijo de una familia de músicos exiliados,
terminó de criarse en Granada, en cuya universidad estudió y fue profesor de
literatura hispanoamericana. Actualmente
reside en España y es columnista en el diario ABC (suplemento cultural), en la
Revista Ñ del diario Clarín, en el diario Ideal de Granada y en Sur de
Málaga. Considerado uno de los autores
más prometedores de los últimos años, a los 22 publicó su primera
novela, “Bariloche“, a la que siguieron otras obras, tanto novelas como
libros de cuentos, ensayo o poesía. En 2007, mediante una votación convocada
por el Hay Festival y Bogotá Capital Mundial del Libro, fue elegido entre los
más destacados jóvenes autores nacidos en Latinoamérica, siendo incluido en la
selección Bogotá-39.
El libro: No soy un apasionado de
la literatura actual y, sobre todo, siento una especie de rechazo enfermizo
hacia las obras merecedoras de un premio, en este caso el Alfaguara. No sé muy
bien lo que me llevó a transgredir tales inclinaciones en esta ocasión, quizás
la frase de Bolaño (“La literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre.”) haya
tenido algo que ver. No he salido defraudado del empeño, que alguno si hay que
tener para afrontar sus 531 páginas. Bueno, en verano se puede permitir uno
ciertos excesos. En efecto, la obra es un tanto excesiva, desde luego
ambiciosa. Basada en un lied de Franz Schubert, El viajero del siglo cuenta el encuentro entre Hans, un forastero,
que llega a una ciudad alemana que no existe en realidad, y un anciano
organillero. Mezcla de novela histórica, misterio, relato amoroso y reflexión
sobre la emigración y los cruces de cultura. Se trata de una novela futurista
del pasado, en la que se contempla el siglo XIX con la perspectiva del XXI,
donde el contexto que nutre la historia sorprende por lo real y bien
documentado. Así, a través de la
comparación entre el pasado y nuestro presente, analiza conflictos actuales
como la emigración, el multiculturalismo, las diferencias lingüísticas y la
emancipación femenina. Algunas perlas:
1.
“Yo diría que los franceses
escriben sobre todo para gustar, igual que los alemanes escriben para pensar o
los ingleses lo hacen para ser entendidos.”
2.
“Lo entiendo, dijo ella
entregándole su copa, a los hombres no les gusta hacer nada que no hagan muy
bien.”
3.
¿Por qué hago el ridículo?, se
preguntaba sin saber que sólo hacen el ridículo quienes se lo preguntan.”
4.
“…mirar también es tomar parte de
la caza.”
Y más. Las últimas páginas de una
calidad estilística magistral: “El viento es un rastrillo, una polea, una
palanca, el viento sabe, alisa el mapa, corre por todas partes y siempre es
forastero, se acerca, toma forma…”
Algo que despertó mi atención: las
frases inacabadas, incluso terminadas a mitad de una palabra, bastantes, como: “Yo
había pensado en embarcarme a América un año de estos, ¡oye!, ¿y si vinieras
conmigo?, a lo mejor podrí. Hans, lo interrumpió Sophie…” Si a ti te gusta esta
forma de escribir, pienso que te agrada el realismo (reproducción casi
magnetofónica del habla, estilo propio de un movimiento literario imperante en
la segunda mitad del siglo XIX).
En definitiva un libro de un autor
con talento, de un virtuoso, enriquecedor, y en el que resulta evidente que no
se escatimó esfuerzo por parte del escritor.
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