Ernst Weiss. El pobre derrochador. Siruela, Madrid, 2006.

   
 

El autor.

Nacido en Brno, Moravia, 1882, y fallecido en París, 1940. De habla alemana y ascendencia judía. Médico y novelista. Desempeñó la actividad médica en diferentes lugares, incluido el navío Austria y como médico en el ejército. En 1913 conoció a Rahel Sanzara, bailarina, actriz y, más tarde, novelista, y su relación duró hasta que ella murió de cáncer en 1936. Su primera novela aparece en el año 1913, Die Galeere (La galera). En 1916 aparece su novela Der Kampf (El combate) y en 1919 Mensch gegen Mensh (Hombre contra hombre). Después de la guerra mundial vivió en Praga, entonces la capital de Checoslovaquia. Renunció a su carrera médica en 1920 cuando terminó de trabajar en un hospital de Praga. En 1921 se mudó a Berlín, y comenzó su período más prolífico de escritura, publicando, entre otras aportaciones, casi una novela al año: Nahar (1922), Atua (1923), Die Feurprobe (La prueba del fuego) (1923), Männer in der Nacht (Hombres en la noche) (1925), Boëtius von Orlamünde (1028), Georg Letham. Arzt und Mörder (Georg Letham. Médico y asesino), (1931), Der Gefängnisarzt oder Die Vaterlosen (El médico de la cárcel o Los huérfanos del padre) (1934). En este año de 1934, tras la muerte de su madre, emigra a París y vive con dificultades. De vez en cuando recibe ayudas de Stefan Zeig y de Thomas Mann. En 1936 ve la luz Der arme Verschwender (El pobre derrochador) y en 1938 Der Verführer (El seductor). En este mismo año de 1938 presenta sin éxito a un concurso literario del American Guild for German Cultural Freedom su novela sobre Hitler Der Augenzeuge (El testigo ocular), cuya primera versión no puede publicarse hasta 1963 con el título Ich, der Augenzeuge (Yo, el testigo ocular). Weiss se suicidó el 15 de junio de 1940, el día que las tropas alemanas entran en París. En 1918 había recibido la Cruz de Oro al Mérito Militar.

 

 



La Obra.


   

Comienzo la temporada con otro de esos libros que se me fueron quedando sin leer. No me pregunten el motivo porque no tengo respuesta. Obra de un médico, uno más de los que tanto persiguen realizarse en el mundo de las letras. Y otro de esos escritores que todavía no había incorporado a mi ya larga lista de suicidas (ver junio 2019, frase final).

Me gustó el libro, quizás por un cúmulo de circunstancias: por inesperado, por tratarse de un médico, por la fluidez de la prosa y por la inteligencia que hay en esta obra. No busquéis golpes de efecto. Leedla como si de una autobiografía se tratase, que no digo que lo sea.

El pobre derrochador está escrita en primera persona. El joven narrador describe su conflicto con la todopoderosa figura del padre (“Mi padre es un oculista famoso, su tiempo no le pertenece”), un eminente oftalmólogo austríaco. El protagonista nos narra su infancia a la sombra de un padre por el que siente devoción yque se complace en mostrarse tiránico con él. Este hombre planeará sobre toda la existencia de su hijo, a quien, en contra de sus inclinaciones, ya que desearía ser psiquiatra, orientará hacia el ejercicio de la oftalmología, a la que el narrador deberá consagrarse en la clínica familiar. Sin embargo, la relación paterno-filial descrita por Weiss va más allá del típico binomio -padre castrador=hijo sin carácter-, y da lugar a toda una serie de complicaciones y sutiles matices que permitirán mostrar al padre como buen consejero frente a los desvaríos del hijo, el cual a su vez ejercerá una suerte de tiranía sobre otros personajes, en especial su esposa, antigua sirviente de la familia.

El libro está muy bien documentado, lo que no es más que la consecuencia de la doble vocación de Weiss: médico y escritor. Me atrevería a decir que se trata de un libro escrito de forma sencilla pero capaz de dar mucho que pensar. Para algunos una de las obras más importantes en lengua alemana del siglo pasado. Al igual que ha sucedido con muchas obras de Zweig, a quien por cierto el autor dedicó precisamente este libro, creo que todos los que lean El pobre derrochador no van a quedar desencantados. Cuando se editó la primera vez pasó sin pena ni gloria pero cuando se reeditó treinta años después, en el 65, obtuvo la revancha de una colosal aceptación.



                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

 





 

 

   
 

"Ya lo decía Paracelso, que un médico tiene que estar seguro de sí mismo. Tú eres demasiado sensible. Un cuchillo que corta tiene que estar afilado; si no, no sirve para nadal” (cita tomada del libro).

   
 
 
 
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