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La autora.
Nació en Mendoza (Argentina), en 1973. Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo. Pasó un tiempo en Barcelona, donde vivió seis años, trabajando como camarera, como lectora y correctora para diversas editoriales y en una productora de exposiciones de arte, mientras hacía un posgrado en Estética. En la actualidad vive en Buenos Aires, donde es coordinadora de publicaciones del museo MALBA y hace traducciones del inglés para editoriales españolas y sudamericanas. En 2021 publicó en España su primer libro, Casa se busca.
La Obra.
Este libro lo compré siguiendo la recomendación de Ignacio Echevarría, un crítico literario en el que confío mucho. Catalogó a esta obra de un “delicado ejercicio de autoobservación que acierta a mirarse con una dichosa mezcla de desenfado, inteligencia y causticidad”. Para mí que este libro tiene un poco de autobiografía –la tan traída literatura del yo-, de Mafalda –que no es poco- y de frecuentes destellos reveladores de reflexiones que nos sobresaltan en muchos momentos de nuestra lectura. Respira jovialidad, esencia emocional y aires de juventud. Y todo eso está francamente bien, pero no se vayan a creer que se trata de un libro inolvidable. Después del comentario de Echevarría, la verdad, me esperaba más. Quizás la edad ha ido acrecentando mis exigencias o bien, váyase a saber, también pudiera darse el caso de que el estilo de este libro no se corresponde con lo habitual para mi estrato generacional, afectando así a mi receptividad.
Se trata de una obra híbrida, ya que mezcla prosa y poesía, ficción y confesión. Por el medio anda un chino, Lin, el de la tienda de la esquina, un sabio de la subsistencia, que se esmera en caer simpático y cuyo español pide Socolo. ¡Ah!, y también mucho taxi, que los taxistas argentinos hablan mucho y tienen mucha filosofía y que, además, te permiten encontrarte a lo largo del trayecto con lo que va pasando por fuera de la ventanilla.
No me pidan que les ofrezca el argumento de Casa se busca, dejémoslo en que se trata de una historia hecha de retazos, de pequeñas crónicas surgidas del día a día, de momentos, de una vida joven del actual Buenos Aires (con desviaciones puntuales a su recordada Barcelona). Y otro ¡Ah!, referido a que compruebo que hay un gran dominio de la botánica por parte de la autora, muchos nombres de plantas, que contribuyen a ahondar en ese ser poético tan presente en esta obra. Y a propósito, leo, página 100: “Ahora estoy en el vivero más grande esperando que me cobren las plantas y hacen 30 grados”. Y apunto: lo correcto sería decir “hace”, creo que tanto en Argentina como en España.
Distribuida en capítulos cortos. Incluso se podría leer sin tener que hacerlo seguido, se trata de relatos independientes, un puzzle de fragmentos, unidos por las impresiones que nacen de una mujer sensible y valiente, que nos despierta a la vida del día a día con sus pequeñas aventuras cotidianas.
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