Manuel Vilas. Ordesa. 10ª Edición. Alfaguara, Barcelona, 2018.

   
 

El autor.
Barbastro, Huesca, 1962. Poeta y narrador. Colaborador en prensa y radio. Vive entre Madrid  y  Iowa City. Entre sus libros de poesía destacan: El Cielo (2000), Resurrección (2005), Calor (2008), Gran Vilas (2012), El hundimiento (2015). Su poesía reunida se publicó en 2010 con el título Amor y su Poesía completa en 2016. Es autor de las novelas España (2008), Aire nuestro (2009), Los inmortales (2012), Luminoso regalo (2013) y Lou Reed era español (2016). También ha escrito libros de relatos. Ha publicado un libro autobiográfico titulado América (2017). Ha recibido numerosos premios. Su obra figura en las principales antologías nacionales tanto de poesía como de narrativa.



La Obra.


        

Muchas ediciones. ¿Demasiadas? Otra vez que me he dejado llevar por apreciaciones que no se corresponden con lo que esperaba. He dejado pasar el tiempo antes de ponerme a hacer la reseña, no fuera que estuviera equivocado, cuando tantos han ponderado la obra y tantos la compraron. En todo caso, digamos que si con mi juicio pudiera llegar a desanimar a alguien de adquirir el libro, a estas alturas la cifra será despreciable. Pero lo cierto es que a mí no me gustó, y confieso que me cuesta decir esto, mucho. Hacer una reseña ante tanta superventa, ante tantos elogios -¡qué mira que no se han dicho cosas positivas!-, resulta muy difícil.  Casi me siento avergonzado, me gustaría que fuera yo el equivocado, lo confieso, pero no sería yo mismo si no dijera lo que pienso. Por tratar de rebatirme hasta busco algo que pudiera hacerme cambiar de opinión e incluso me agarro al hecho de que bien pudiera ser que el autor se propusiera transmitirnos el desasosiego de una época tan “negra”, por supuesto lo logra, que haya contribuido a hacernos cuesta arriba la lectura, solo aminorada por la brevedad de los capítulos. Así que incluso admitiendo que haya lectores que se sientan proclives a alabar Ordesa, no el famoso parque sino el libro, no seré yo uno de ellos. No me hubiera importado haberme perdido la lectura de este libro, por muy atractiva que me resulte la temática, calificada por el propio autor como autobiográfica, con la que me identifico: la realidad de una época roñosa, vulgar, amarillenta –“El amarillo es el color que habla del pasado, del desvanecimiento de dos familias, de la penuria, que es el espacio moral al que te conduce la pobreza, del mal de no ver a tus hijos, de la caída de España en las miasmas españolas...”-, que tanto nos marcó negativamente a muchos. Se trata de aquella España de los sesenta, de los setenta, casposa, anclada en hábitos y costumbres, monótona, de mucho esfuerzo para tan escasos frutos, que quiere, que necesita abrirse al futuro. Y ahí está el autor, Vilas, enfrentándose al triste suceso del fallecimiento de sus padres, divorciado, con dos hijos, alcohol y sustancias de por medio, que se pone a recordar y a contárnoslo. De eso se trata el libro, que no faltan los que lo tratan de valiente.

Como dejé transcurrir el tiempo puedo asegurar que de este libro, si algo me quedó, es más una cuestión de sensación, nada agradable, que de argumento, pesado. Y cuanto más lo pienso, más me voy dando cuenta de que lo que me pasó con esta obra es que me decepcionó, sí, mucho, después de tantos miles de lectores, y eso me cabrea. Esperaba “algo” más, lógico. Y puesto a no gustarme, añadan las casi treinta páginas de epílogo poético, que hasta no sé muy bien a que se deben. Y me lo tragué enterito, poesías incluidas.     

    

        

         

 





 

 

   
 

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