Julián Ríos. Cortejo de sombras. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2007.

   
 

El autor. Nacido en Vigo, 1941. Vive y trabaja en París. En la década de los setenta creó, en la Editorial Fundamentos de Madrid, la colección Espiral, en la que publicó a Thomas Pynchon, John Barth, Severo Sarduy. La obra de Julián Ríos está inscrita en lo que Octavio Paz llamó la tradición de la ruptura. Junto a este escribió, en 1973, Solo a dos voces, un libro de conversaciones y colaboraron también en Teatro de signos (1974). Su obra más conocida, de corte experimental, Larva, se publicó en 1983. Posteriormente aparecieron Poundemonium (1985), Impresiones de Kitaj (1989), Sombreros para Alicia (1993), Amores que atan (1995), Epifanías sin fin (1995), Monstruario (1999), Solo a dos voces (1999), La vida sexual de las palabras (2000), Nuevos sombreros para Alicia (2001), Cortejo de sombras (2007), Larva y otras noches de Babel (2008), Quijote e hijos (2008) y Puente del Alma (2009).



La Obra.



   Me siento animado. Voy por la mitad exacta de mis vacaciones de verano y me encuentro con que mis objetivos de lectura y mis previsiones con respecto al número de reseñas se están cumpliendo. En esta oportunidad tomé de mi biblioteca una serie de libros por títulos, sin fijarme realmente si eran recientes, solo en sí o no los había leído, y este fue uno de los que salió seleccionado. No me arrepiento. ¿Por qué lo compré en su día? Pues probablemente porque Ríos se trata de un autor nacido en Galicia, “el país del que te irás y no volverás de tantos emigrantes”, tal como el mismo asegura. No deja de resultar curioso que el autor tuviera listo este libro en 1968, un año especial, sobre todo para los jóvenes de aquel momento y que significó mucho para mí como Delegado de Actividades Culturales de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela. Pero, por razones varias –censura incluida-, lo cierto es que la obra no fue dada a la imprenta hasta mucho más tarde, en concreto en el año 2007.  

     Como el mismo autor señala en el Prólogo, aunque los nueve capítulos del libro pueden leerse de modo autónomo, como cuentos -últimamente me persiguen- , lo cierto es que forman parte de una novela coral sobre un pueblo, Tamoga, y un espacio no nombrado (Galicia).

     Quizás para más de uno la comodidad significa falta de querer trascender –para eso, para enfrentarse a una difícil lectura, en el caso de este escritor ya está su novela Larva, o lo que sea-. Para mí, después de lo que llevo leído este verano, Cortejo de sombras me generó cierta liberación en el sentido ya apuntado de no tener que quebrarme las neuronas y por, entre otras virtudes, la precisión de su lenguaje, a veces hasta insospechada. ¿Alguien, de verdad, recuerda lo que significa camándula? (página 127).

     Por algún sitio leí que, después del tiempo transcurrido, realmente este es un texto para coleccionistas de Julián Ríos.

     Este escritor, no voy a decir salvando las distancias, me recuerda a Chejov, aquel que hacía preguntas que dejaba sin respuesta, tal como sucede con algunos de los finales de estos relatos. Realmente nos vamos a encontrar con una serie de cuentos de factura clásica, de una gran belleza formal, que nos ayudarán a comprender aquel mundo tan de luto, tan oprimente y tan de miseria de aquella España y, sobre todo, de aquella Galicia de entonces. Se trata, en definitiva, de un libro de los que a pesar de no resultarte complicado, te va a convencer. Creo que, a pesar del tiempo que ha pasado desde su publicación, si lo haces te va a gustar haberlo leído, lo que no sucede tantas veces.     

         

         

 





 

 

   
 

El culmen de un intelectual que se precie: que no le entienda nadie.

   
 
 
 
Libros
Notas de prensa y colaboraciones
Enlaces
Contacto
Tu compra
Mis recomendaciones entrefraseadas
Literatura de Viajes
Bookmark and Share