Melania G. Mazzucco. La larga espera del ángel. Barcelona, editorial Anagrama.

   
 

El autor: Nacida en Roma, 1966. Estudió Historia de la Literatura Italiana en la Universidad La Sapienza de Roma. Se especializó en cine en el Centro Sperimentale de Roma. Autora de novelas y guiones cinematográficos, teatrales y radiofónicos. También escribe artículos y reportajes de viajes para distintos periódicos italianos. Entre sus obras destacamos: Lei così amata (Ella, tan amada), premios Napoli y Vittorini (biografía de la escritora Annemarie Schwarzenbach), Vita, premio Strega y Un giorno perfetto (Un día perfecto) (2005), novela altamente recomendable. La última, La lunga attesa dell'angelo (La larga espera del ángel) (2008) (biografía novelada de Tintoretto). Está considerada como una de las mejores escritoras de su país y poseedora de una alta técnica narrativa.

La obra: Una joya. Y ya si te gusta la pintura, y si encima te gusta Venecia, y si acaso has estado en la Scuola di San Rocco, no te pierdas esta espléndida novela. El libro trata sobre la vida de Tintoretto pero no se corresponde con una biografía, es mucho más que eso, desborda ampliamente tales límites, se trata de gran literatura.
Tintoretto, de nombre verdadero Jacomo Comin (Venecia, 29 de septiembre de 1518 - Venecia, 31 de mayo de 1594), fue uno de los grandes de la escuela veneciana. En su juventud también recibió el apodo de Jacomo Robusti, pues su padre defendió las puertas de Padua frente a las tropas imperiales de una manera bastante vigorosa. Ningún pintor del mundo permanece tan unido a su ciudad como Tintoretto, a la que apenas abandonó y que llevaba incrustada en sus venas, tal que Venecia sus canales, como alguien aseguró. Era el primogénito de una familia de tintoreros de paños. De aspecto rechoncho y escasa estatura (“demasiado bajo”), destacan de él un fuerte carácter y una ambición desmedida que no facilitó su relación con otros grandes artistas con los que convivió y que nunca le consideraron como un igual. Le costaba mucho ser aceptado por su mal genio (también se le conocía por el apodo de El Furioso). Intentó formar parte del taller de Tiziano, pero la relación duró muy poco, no se sabe si por celos o porque consideró que la atención que se le dedicaba era manifiestamente insuficiente. Así que se alumbró a sí mismo. Pese a ello, Tintoretto le tenía tal devoción a Tiziano que en una de las paredes escribió: “El dibujo de Miguel Ángel y el colorido de Tiziano”.
La consagración de Tintoretto como miembro de la escuela veneciana se produce en 1548, cuando entrega a la Escuela Grande de San Marcos la pintura San Marcos libera a un esclavo. En ese momento, Tiziano está fuera de Venecia.  Algunas versiones aseguran que, de haber permanecido Tiziano en Venecia, el cuadro nunca hubiera sido recibido por la escuela.
Si la técnica y colorido de Tiziano le interesan mucho al artista, aún más le obsesiona Miguel Ángel. En su taller estudiaba con auténtica obsesión las copias que poseía de algunas piezas del escultor. Con similar interés trabajaba sobre figurillas para dominar la perspectiva desde todos los ángulos posibles. Construía maquetas completas como si de un escenario teatral se tratara; iluminaba las figuras a través de diferentes tejidos, y finalmente colgaba las maquetas del techo. Así conseguía sus famosos juegos de luces y sombras, así modelaba el espacio y conseguía que el tiempo entrara a formar parte del cuadro.

Tintoretto   Tintoretto empieza a pintar con 20 años cumplidos, aunque con 18 años ya había vendido por las calles sus primeros retratos pequeños. No fue una decisión temprana, pero su pasión y dedicación no reconoce límites, con épocas en que no veía la luz del sol. Insaciable en la búsqueda de nuevos efectos, desde sus comienzos se muestra especialmente interesado por las grandes dimensiones.Es muy rápido en la ejecución, y una vez que tiene claro cuál es su estilo, lo único que quiere es pintar y pintar. La mayor parte de las ocasiones, al menos en los años iniciales, trabaja sólo a cambio del coste de los materiales, y eso porque su mujer, Faustina, una aristócrata de Vescovi, le controla férreamente los gastos. A veces no cubre ni siquiera el coste de la realización de las obras. Los encargos colosales fascinan a Tin-
toretto y marcan su evolución. 
Gautier, Henry James, Malraux, Ayala, Cunqueiro, Mary McCarthy, Thomas Bernhard, Sartre, son sólo algunos de los novelistas que en distintos momentos y con distintas matizaciones vieron en él no sólo a un formidable artista de la composición simultánea y el color atrevido, sino a un torrencial poeta equiparable a Shakespeare en su galería de invenciones humanas sobre lienzo.
Esta historia, que podría decirse es la “oficial” del pintor, está magistralmente rememorada por el “mismísimo” Tintoretto en la novela: el nacimiento de su vocación, sus problemáticas relaciones con los círculos artísticos venecianos, su difícil ascenso en la consideración social, su actitud ante diferentes acontecimientos históricos y, sobre todo, la tarea de culminar su ambiciosa obra. Junto a todo eso, está la realidad de su numerosa familia, con cada uno de sus miembros generando distintos  conflictos y preocupaciones. Destaca, muy especialmente, la presencia de una mujer, adelantada a su época, por la que el pintor siente una pasión obsesiva. Se trata de su hija mayor e ilegítima, su “hija alemana”, Marietta, llamada también la Tintoretta, la niña de sus ojos, con la que llega a mantener una relación que bordea lo incestuoso, mientras ella, para acabar de rizar el rizo, sostiene una turbia relación con otras mujeres. La autora sitúa la narración como el postrer recuerdo del pintor en sus últimos quince días de vida, que son los quince capítulos del libro. En ellos, Tintoretto recuerda. Y sus recuerdos mezclan años, personajes, hechos, emociones, pensamientos. Y salta de una cosa a otra, en su febril imaginación, trazándonos a grandes y pequeños rasgos diversos momentos de la trayectoria artística y vital de este gran hombre e inmenso pintor veneciano.

Se trata de una obra ambiciosa, muy bien documentada, de una sensibilidad insospechada y que, a la vez, parece como si iluminase definitivamente las lagunas, aunque se trate de ficción sin duda, que existen sobre la vida del pintor,  a través de la rememoración hecha por él mismo a lo largo de los quince días de fiebre que acabarán con su vida. Sorprende que una mujer sea capaz de ponerse con tanta eficacia en la piel de un hombre que vivió en el siglo dieciséis, y de adentrarnos con tanta realidad hasta en los más mínimos detalles de las cosas que le suceden. Una espléndida novela, muy bien articulada. Francamente bien traducida por Xavier González Rovira. Muy recomendable para los enamorados de los libros de un valor literario imperecedero.
   
 
La belleza nunca se encuentra.
   
 
 
 
Libros
Notas de prensa y colaboraciones
Enlaces
Contacto
Tu compra
Mis recomendaciones entrefraseadas
Literatura de Viajes
Bookmark and Share