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El autor: Nacido
en una familia de origen judío emigrada desde
Polonia a Estados Unidos a finales del siglo XIX. En
la actualidad reside en Barcelona junto a su esposa
belga. Su infancia transcurrió en Francia y solo
dejó este país para ingresar en la Universidad
de Yale. Marcado durante su infancia por la guerra de
Vietnam, se trasladó, después de haber
pasado tres años en Yale, a los Balcanes, que
en ese momento se hallan en guerra. Se dedica a acciones
humanitarias en el seno de la ONG Acción contra
el Hambre en la que trabajó durante siete años,
particularmente en Bosnia-Herzegovina, pero también
en Chechenia, Afganistán, el Congo, Moscú
y otros lugares. En 2001, cesa en su labor humanitaria
y se dedica de lleno a escribir Las Benévolas,
libro con el que ganó el premio Goncourt de 2006
y el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa.
La obra: Para las vacaciones de verano me traje el libro
Las benévolas, que tenía a medio
leer. Aviso desde ya que para lograr terminar su lectura
se necesita, os lo aseguro, paciencia y, sobre todo,
tiempo (al comienzo del libro el protagonista se dirige
a los hermanos hombres diciendo: “Existe el riesgo
de que resulte un tanto largo…”, y no dice
ninguna mentira); quizá por eso, precisamente,
porque cuando se llega al final ya hemos olvidado el
principio, se explica que la mayoría de los críticos
califiquen al protagonista de homosexual, cuando no
es de todo cierto, su condición se podría
tachar de ambigua (en una entrevista el autor señala:
“No estoy tan seguro de que Max Aue sea homosexual.”),
ya que al comienzo del libro se deja constancia de que
llegó a casarse, eso sí, con cierta repugnancia,
y llegó a tener hijos. Esta novela me recuerda
a Vida y destino, aunque aquella me impresionó
más favorablemente, aún así diría
que se trata de un buen libro. Sorprende cómo
Littell, que escribió la obra cuando contaba
solo con 22 años, logra que la historia parezca
real, salvo hacía el final, sobre todo porque
hay dos policías, Clemens y Weser, que, aparte
de obsesionados con dar caza y captura a Max Aue, tienen
la llamativa competencia de localizarlo con suma facilidad,
claro que tratándose de una real obcecación
hasta se puede tolerar. Aunque el protagonista sea falso,
inventado, el marco histórico y los detalles
contextuales son en general verdaderos, lo que hace
que el argumento resulte a todas luces muy convincente,
dado que no hay que olvidarse que se trata de una novela,
o si se prefiere una biografía inventada, y no
de un libro de historia. Sirve para evocarnos la realidad
de un genocidio que pone los pelos de punta al más
insensible. Existe mucha tendencia a criticar a los
judíos por su actuación contra los árabes,
pero desde luego sus acciones ni remotamente se aproximan
a las de los alemanes, lo que no debe servir de disculpa.
Las Benévolas, que dan el título al libro
y que se mencionan de forma explícita en la última
línea de la obra son las Euménides, la
otra cara de las Erinias, o las Furias, que en la antigüedad
perseguían a los criminales, encarnadas, en este
caso, en los dos policías de la Kripo (policía
criminal), Clemens y Weser, persistentes, obcecados
perseguidores del culto oficial de las SS, protagonista
de la obra y narrador de sus memorias, Maximilien Aue.
Del argumento del libro se desprende una idea principal,
que podemos cometer las mayores barbaridades dependiendo
de la estructura de la sociedad a la que pertenecemos
y los límites que ella nos impone, porque el
hombre no escoge libremente su destino. Buena traducción
de la obra de María Teresa Gallego Urrutia.
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