Gaétan Soucy . La niña que amaba las cerillas. Madrid, Akal Literaria.

   
 

El autor. Nacido en Montreal, en el año 1958. Se licenció en Física pero su principal actividad fue la literatura. En 1994 publicó su primera novela, La Inmaculada Concepción, a la que siguió tres años más tarde La absolución. En 1998 vio la luz La niña que amaba las cerillas, obra que le encumbró internacionalmente como uno de los escritores en lengua francesa más importantes de la actualidad. En el año 2002 apareció su cuarta novela: ¡Music-hall! El pasado 9 de julio de 2013 Gaétan Soucy fallecía inesperadamente de un ataque al corazón.

 


La Obra.



¡Qué mira que ando mal de tiempo! Pero este libro se lee hasta sin ganas, si te precias de ser un lector de los de verdad, de los exigentes. Para mí fue toda una sorpresa. Por la cubierta no lo hubiera comprado y por el título tampoco, de hecho no lo hice, lo que explica que me encuentre ahora escribiendo sobre un libro que vio la luz en España en el año 2001. Pues eso, que menos mal que me lo regalaron. Los inicios de su lectura me desconcertaron bastante, hasta que comencé a centrarme en el asunto. Una vez alcanzado ese preciso momento fue cuando se me ocurrió pensar en las serias dificultades con las que tuvo que enfrentarse el traductor, Oscar Luis Molina, al punto de sentir compasión por su esforzado trabajo. ¿De que va la historia? Hemos de advertir que es más bien dura. Trata de dos chicos adolescentes que han de enfrentarse a lo desconocido y a la soledad, de dos hermanos que han vivido toda su vida aislados del resto del mundo en una enorme propiedad campestre, al exclusivo cuidado de un padre cruel (exsacerdote), del que un día descubren su cuerpo colgado de una cuerda, en su habitación. Pero se trata solo del comienzo. Después te enteras de que uno de los hermanos, la chica, que se atribuye a sí misma un sexo indeciso (tarda en descubrir que no es un varón sin conjoncillos), asumirá el papel de redactora (“secretaria”) de los hechos increíbles y duros que tendrán que afrontar. Libro difícil, diferente, de denso entramado, que se inicia con lo que sigue:

“Mi hermano y yo tuvimos que hacernos cargo del universo, pues una mañana, sin avisar, poco antes del alba, papá entregó su espíritu. Sus despojos crispados en un dolor del que sólo quedaba la corteza, sus decretos de súbito convertidos en polvo, todo eso yacía allí, en el cuarto desde el cual papá todavía la víspera nos ordenaba todo. Mi hermano y yo necesitábamos órdenes para no borrarnos por trozos, era nuestro mortero. Sin papá nada sabíamos hacer. Apenas podíamos vacilar, existir, temer, sufrir.”

En lo que sigue encontraréis un relato intenso e imposible de contar, a la vez que lleno de sorpresas y de encanto, por momentos divertido, narrado en una lengua al tiempo peculiar y deslumbrante, donde las palabras a veces surgen con distinto significado y otras brillan por su excepcional aportación. Una novela muy especial, para qué más.





 

 

   
 

El problema no está en la palabra .

   
 
 
 
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