|
El autor. Nació
en 1962 en Växjö. Tras una larga carrera como
periodista, consultor de medios y productor de televisión,
se instaló en Ponte Tresa, una pequeña
ciudad junto al lago de Lugano, en Suiza, para escribir
El abuelo que saltó por la ventana y se largó.
En la actualidad vive en Suecia, en una pequeña
isla del mar Báltico.
La Obra. Otra vez el boca a boca como
razón única para haberme comprado este
curioso libro, estrategia que suele constituir una buena
base si lo que se pretende es no arriesgar. La acción
que se describe comienza en 2005, en Suecia, un
sitio en el que como se deduce de la novela, parece
ser que también prosperan los chanchullos y las
corruptelas. Allan cumple ese día 100 años,
y un rato antes de la fiesta que en su honor le han
preparado en la residencia donde vive y a la que por
supuesto acudirán como de costumbre el alcalde,
otras autoridades locales y, por supuesto, periodistas
para inmortalizar el evento, decide descolgarse por
la ventana y echarse a andar con sus “zameadillas
(así llamadas porque a cierta edad rara vez mea
uno más lejos de sus propios zapatos)”,
o sea que toma la determinación de pirarse para
así escapar del acostumbrado latazo. Allan llega
a la estación de autobuses, donde un tipo con
mala pinta y los intestinos en fase de desesperado apremio
le pide que le vigile la maleta. Pero Allan, que lo
único que desea es salir pitando, la coge y se
larga en el primer autobús. ¿Y qué
había en la maleta? Dinero: cincuenta millones
de coronas. A partir de este hecho, ciertamente inusual,
comienza la aventura, se abre una divertida historia
de buenos y malos, con la policía siguiéndole
los talones. He aquí el elemento que mantiene
la intriga a lo largo de la historia: ¿los encontrarán?
¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo?
¿Qué ocurrirá entonces? ¿Se
descubrirán todas las tropelías que sin
querer han ido cometiendo? A tanta peripecia que acompaña
su última aventura, supongo, se le suma una historia
paralela, que a más de uno incluso le atraerá
más: la vida de Allan, iniciada, claro está,
100 años antes, y que desde su manifiesta incapacidad
resulta que acaba influyendo en hechos decisivos del
siglo XX.
Esta novela no pasará como un hito esencial
de la literatura moderna, se trata simplemente de una
obra digna pero que, para los tiempos que corren, por
lo menos te servirá para hilar más de
una sonrisa y relativizar los actuales infortunios a
través del eficaz y singular sentido del humor
que atesora. Conviene, de vez en cuando, apartarse de
la vida seria y refrescarse las neuronas. No creo que
el autor haya pretendido más e incluso resulta
evidente que no ha dudado en recurrir a cualquier solución
para, a través de una caterva de personajes a
cual más pintoresco, incluidos los históricos
(Franco, Stalin, Mao Truman, Churchill), salvaguardar
el fin esencial: divertir al lector.
Esta obra fue Libro del Año y Premio de los
Libreros en Suecia y ha figurado en la lista de los
libros más vendidos en diferentes países
|