Jonas Jonasson. El abuelo que saltó por la ventana y se largó. Barcelona, Ediciones Salamandra.

   
 

El autor. Nació en 1962 en Växjö. Tras una larga carrera como periodista, consultor de medios y productor de televisión, se instaló en Ponte Tresa, una pequeña ciudad junto al lago de Lugano, en Suiza, para escribir El abuelo que saltó por la ventana y se largó. En la actualidad vive en Suecia, en una pequeña isla del mar Báltico.


La Obra. Otra vez el boca a boca como razón única para haberme comprado este curioso libro, estrategia que suele constituir una buena base si lo que se pretende es no arriesgar. La acción que se describe comienza en 2005, en Suecia, un sitio en el que como se deduce de la novela, parece ser que también prosperan los chanchullos y las corruptelas. Allan cumple ese día 100 años, y un rato antes de la fiesta que en su honor le han preparado en la residencia donde vive y a la que por supuesto acudirán como de costumbre el alcalde, otras autoridades locales y, por supuesto, periodistas para inmortalizar el evento, decide descolgarse por la ventana y echarse a andar con sus “zameadillas (así llamadas porque a cierta edad rara vez mea uno más lejos de sus propios zapatos)”, o sea que toma la determinación de pirarse para así escapar del acostumbrado latazo. Allan llega a la estación de autobuses, donde un tipo con mala pinta y los intestinos en fase de desesperado apremio le pide que le vigile la maleta. Pero Allan, que lo único que desea es salir pitando, la coge y se larga en el primer autobús. ¿Y qué había en la maleta? Dinero: cincuenta millones de coronas. A partir de este hecho, ciertamente inusual, comienza la aventura, se abre una divertida historia de buenos y malos, con la policía siguiéndole los talones. He aquí el elemento que mantiene la intriga a lo largo de la historia: ¿los encontrarán? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Se descubrirán todas las tropelías que sin querer han ido cometiendo? A tanta peripecia que acompaña su última aventura, supongo, se le suma una historia paralela, que a más de uno incluso le atraerá más: la vida de Allan, iniciada, claro está, 100 años antes, y que desde su manifiesta incapacidad resulta que acaba influyendo en hechos decisivos del siglo XX.

Esta novela no pasará como un hito esencial de la literatura moderna, se trata simplemente de una obra digna pero que, para los tiempos que corren, por lo menos te servirá para hilar más de una sonrisa y relativizar los actuales infortunios a través del eficaz y singular sentido del humor que atesora. Conviene, de vez en cuando, apartarse de la vida seria y refrescarse las neuronas. No creo que el autor haya pretendido más e incluso resulta evidente que no ha dudado en recurrir a cualquier solución para, a través de una caterva de personajes a cual más pintoresco, incluidos los históricos (Franco, Stalin, Mao Truman, Churchill), salvaguardar el fin esencial: divertir al lector.

Esta obra fue Libro del Año y Premio de los Libreros en Suecia y ha figurado en la lista de los libros más vendidos en diferentes países






   
 
Viejo: cuando el deseo de vivir se va quedando reducido al de subsistir.
   
 
 
 
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