Albert Camus. El extranjero. En Obras, 1. Madrid, Alianza Editorial, S.A.

   
 

EL AUTOR.    El 4 de enero de 2010 se cumplieron 50 años de la muerte del escritor Albert Camus, un francés de Argelia, con sangre española en sus venas, el que descubre el absurdo de la existencia de los hombres que, ciegos a la verdad,  llegan hasta el extremo de creerse capaces de ejercer la justicia. Fue un niño pobre, hijo de una mujer de la limpieza, de una analfabeta que nunca pudo leer sus libros. La amenaza de la muerte, la tuberculosis, le persiguió. Pero él siempre fue de los que creyeron que la existencia merecía la pena, aun admitiendo el absurdo de la vida, donde no cabe ningún dios, ninguna esperanza. Premio Nobel de Literatura a una edad joven, 44 años, del que poco disfrutó, ya que falleció con 46 años víctima de un absurdo accidente en un coche que conducía Michel Gallimard. De Camus se cuenta un tormentoso adulterio, cuando esos deslices aun condicionaban notoria trascendencia, con una nacionalizada francesa, también famosa, aunque española nacida en Galicia, María Casares. En algún lugar de mi desorganizada biblioteca reposa un ejemplar de su novela, de lectura prohibida durante los años más oscuros de nuestra dictadura,  La Peste, editada precisamente por Gallimard, y que hace muchos años, a mí me lo parece, me regaló una francesa, oriunda también de estas tierras gallegas. La vida es así de absurda, da muchas vueltas, pero eso es lo que hay, lo que conlleva el tratar de buscar la felicidad.

LA OBRA. La primera novela de este escritor, publicada en 1942, y que ocupó el puesto primero en una encuesta sobre Los 100 libros del siglo realizada por el diario Le Monde en el año 1999. Detrás de la traducción, en esta ocasión, el gallego José Ángel Valente. Obra encuadrable en la categoría  denominada literatura del absurdo (conducta extravagante del personaje en este caso).
     Argumento: Los hechos transcurren en Argel, donde el protagonista, Meursault, un oficinista muy tranquilo, recibe un telegrama en el que se le informa del fallecimiento de su progenitora. Como consecuencia, debe partir hacia la aldea donde se encontraba el asilo de ancianos en el que se encontraba su madre. Una vez allí, se muestra totalmente indiferente ante el suceso. En lugar de sentirse apenado, le molestan los llantos, se duerme y el entierro le resulta soporífero. De regreso, se encuentra liberado de un pesado trámite, y como disponía todavía de dos días  libres, decide ir a la costa,  donde coincide con una antigua compañera, la invita al cine y acaba pasando la noche con ella, cuando sólo habían transcurrido unas pocas horas del entierro. Regresa al trabajo. Su patrón lo saluda por el luto y le pregunta por la edad de su madre, que no recuerda. Al regresar a su casa, se tropieza con Raymond Sintes (un vecino), que lo invita a comer en su habitación. Acepta para no tener que cocinar. Trabaja mucho toda la semana. El patrón le propone enviarlo a una oficina que instalará en Paris. Ante la pregunta de su jefe, responde que nunca se cambia de vida, que todas valían lo mismo… He aquí la absoluta indiferencia. Maria le pregunta si quería casarse con ella. Nuevamente la respuesta es: "me da igual". No hay en él "si" o "no". Pareciera que nada tiene sentido, nada le importa lo suficiente como para jugarse en una decisión personal única y responsable.  Para él, el matrimonio no es cosa seria. Pero si ella desea casarse él lo haría cuando ella lo disponga. Raymond lo invita a pasar el domingo en una cabaña en la playa de un amigo, cerca de Argel, donde Meursault acaba cometiendo un absurdo crimen. A pesar de sentirse inocente, jamás se manifestará contra su ajusticiamiento ni mostrará sentimiento alguno de injusticia, arrepentimiento o lástima. La pasividad y el escepticismo frente a todo y todos recorre el comportamiento del protagonista: un sentido aburrido de la existencia. Pero ahora, por fin, descubre que es un hombre libre, al que ni siquiera el miedo a morir ejecutado le amedrenta.  Descubre su ser, encuentra la verdadera liberación, cuando ya no le queda más tiempo en este mundo.
     Todo es indiferencia en Meursault, todo es “no sé” o “me da igual”.  La realidad le resulta absurda e inabordable, es un extranjero incapaz de participar y conectar con su propio entorno. Camus, premonitorio respecto a lo que acabaría siendo el nuevo ciudadano occidental, nos pinta una historia gris donde el paisaje está oscurecido por la extirpación de cualquier pasión o voluntad del hombre. Meursault personifica la carencia de valores, degradado por el absurdo de su propio destino. Ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte de una madre... nada tiene importancia, ya que la angustia existencial de este antihéroe inunda todo su ser. Es un individuo desprovisto de sentimientos, únicamente vive, un autómata, totalmente alejado de las reglas que la sociedad impone para pertenecer a ella, que sólo tras el asesinato que comete en la playa comienza a reflexionar a cerca de sus actos.
     Un libro para meditar, susceptible de interpretaciones. Nuestra sociedad propicia el individualismo, la deshumanización, y abunda el que no siente nada cuando siente que debería sentirlo.  Se enseña a ser uno solo, a valerse por uno mismo.
     Libro corto en extensión, pero extraordinariamente atractivo. Será porque, hoy,  todos tenemos algo de extranjeros.

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                                                              A muchos la muerte les libra de la vida.
   
 
 
 
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