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El autor: El 13 de
junio de 2010 se cumplieron cien años del
nacimiento, en la aldea de Serantes (Ferrol, A Coruña),
del novelista Gonzalo Torrente Ballester, “El
Señor de las Palabras”, destacado representante
de la llamada Generación del 36, para algunos
el mejor escritor español de la segunda mitad
del siglo XX. Lo llegué a conocer, que no
a tratar. Lo recuerdo todo gafas, muy delgado, orejas
más bien grandes, belfo, de aspecto áspero
pero afable, conversador incansable y buen fabulador
(en esto se parecía a su amigo Carlos Casares),
cargado de hijos (siete de su segunda |
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Fotografía
de Gonzalo Torrente Ballester y primera hoja
de un cuaderno de MI FUERO INTERNO
pertenecientes a la Fundación que lleva
el nombre del escritor. |
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mujer que se sumaron a los cuatro de la primera) y sin
demasiados posibles, el sueldo de un catedrático
de instituto y poco más –“no he sido
gran viajero, y no por falta de vocación, sino
de cuartos”-. Sus comienzos como escritor no fueron
fáciles. De hecho, la gran fama no le llegó
hasta 1982, cuando, ya jubilado, recibió el premio
Príncipe de Asturias de las Letras y, sobre todo,
porque TVE emitió la serie Los gozos y las
sombras, con un éxito indiscutiblemente
apoteósico. En 1985 fue el primer novelista español
que recibió el Premio Cervantes, de manos de
Su Majestad el Rey de España, el máximo
honor de su vida. Al titular del premio, Miguel de Cervantes,
se refirió precisamente en su discurso de recepción
para reconocerlo como su máximo maestro, el escritor
de quien más aprendió y a quien más
debía. En el mismo discurso confiesa que su vocación
real fue la enseñanza de la Lengua y el secreto
de la Literatura; la otra, la de escribir, la complementaria.
Para Torrente: Galicia como arquetipo, sus gentes y
paisajes parecen salirse de sus páginas. Personajes
como los mendigos, extraordinarios narradores conocedores
de todos los caminos y de todas las historias, despertaron
su imaginación. Un día destapó
el tarro de las polémicas, cuando dijo que si
alguna semejanza había entre su libro La
saga/fuga de J.B. y Cien años de soledad
de García Márquez, era que a ambos
les sobraban cien páginas. Lo que trascendió
no fue lo que Torrente Ballester expresó sino
que al libro del colombiano le sobraban las dichas cien
páginas, lo que, en efecto, dio mucho que hablar.
Torrente Ballester se quejaba de su éxito tardío,
destino nada diferente al de la inmensa mayoría
de los escritores a todo lo largo del planeta. Su secreto
mejor guardado lo constituyen tres cuadernos de diarios,
titulados Mi fuero interno, que van de 1955
a 1962, que dejó estipulado no se publicaran
hasta pasados 10 años de su muerte (ya han pasado),
y que probablemente nos dirán mucho sobre lo
que pensaba en lo que se refiere a la cultura y a la
política de esos años. Falleció
la noche del 27 de enero de 1999 y fue enterrado en
el cementerio de su aldea.
El libro: La 21ª de sus obras, sin contar otras
narraciones cortas. La presente edición (de José
A. Ponte Far) se complementa con tres trabajos sobre
el libro. Una novela un poco esperpéntica, realista
sí pero con una buena dosis de pretender caricaturizar
la realidad, en definitiva una novela “casi rosa”,
cómica y paródica. El resumen de la historia:
Las hermanas Recalde, hijas de un capitán de
navío fusilado por desafecto al régimen
del General Franco, regresan al pueblo natal, Villarreal
de la Mar, y allí vivirán junto a su tía
Rosa, tratando de adaptarse a la vida provinciana de
posguerra. En Villarreal es más importante ser
nieta de dos almirantes que hija de un fusilado, y eso
las libra del estigma. Serán objetos de todo
tipo de habladurías por parte de la sociedad:
críticas a sus costumbres, al hecho de tener
que trabajar para ayudar a su tía Rosa en la
manutención, su ideología... Sin embargo
conocerán a gente que las entenderá y
con las que surgirá una verdadera amistad. La
novela revela la existencia de una sociedad, que el
autor conoce muy bien, muy cerrada en sí misma,
donde los valores que prevalecen son los marcados por
la clase militar, trasunto (se citan lugares concretos)
de lo que sucedía en la ciudad de Ferrol (Villareal
de la Mar) en los años posteriores a la guerra,
donde no habría dinero para comer pero sí
para aparentar, miedo a decir lo que se pensaba y un
exacerbado afán de escalar socialmente. El libro
está escrito en un estilo muy sencillo, lo que
no quiere decir exactamente que la novela lo sea, ya
que bajo el simple esquema argumental subyacen significados
de una gran riqueza. Resulta muy fácil de leer,
a lo que colabora la pulcritud de un gran maestro de
la literatura. Permite pasar un buen rato.
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