Jeffrey Eugenides. Las vírgenes suicidas. Barcelona, Editorial Anagrama.

   
 

El autor. Nació en Detroit en 1960. De ascendencia greco-irlandesa. Se licenció en la universidad de Brown y realizó un master de escritura creativa en la universidad de Stanford. Vivió con su familia en Berlín entre 1997 y 2004 y está casado con la artista Karen Yamauchi. Actualmente vive en Princeton, New Jersey. Reacio a las apariciones públicas o a divulgar detalles de su vida privada. Las vírgenes suicidas, su primera novela, fue llevada al cine por Sofía Coppola. Su segunda novela, Middlesex, obtuvo el Premio Pulitzer 2003. Su última novela es La trama nupcial.

 


La Obra.



Llegó a mis manos como un regalo. Preciso: fue un obsequio que me permitió disfrutar de una novela que ha alcanzado este mismo año la séptima edición, así que podría decirse que se convirtió en un doble presente. Con esos antecedentes es lógico que esperara mucho. Quizás, por eso mismo, terminé relativamente defraudado, ya que en un momento dado de la lectura comencé a sentirme decepcionado y hasta tentado a dejarme llevar por una especie de encono, que me hacía cavilar en que el autor, en alguna medida, no había sido capaz de aprovechar como era debido y esperable tan prometedora historia, una historia original,  de las que llegas a sentirte parte de ella. Aun así, eso se perdona.
Partiendo de un título a todas luces sugestivo, te encontrarás  con una obra en la que todo tiende al misterio y en la que el autor trata de reconstruir los acontecimientos con objetividad, como si se valiese para ello de un tratamiento periodístico. Se trata de un libro sobre la nostalgia, los recuerdos de la adolescencia, y sobre esa incapacidad tan propia del ser humano para hacer frente a la desgracia. Las vírgenes suicidas encierra también un duro retrato de la sociedad norteamericana, en la que la hipocresía juega tanto papel, donde el empeño radica en aparentar una vida “decente”, impregnada de valores falsos, pero donde el amor y la libertad carecen tantas veces de sitio.
El argumento se centra en el hecho de que en menos de un año y medio, las cinco hermosas hermanas Lisbon,  Cecilia (13 años), Lux (14 años), Bonnie (15 años), Mary (16 años) y Therese (17 años), se suicidan. Los jovencitos del barrio habían estado siempre fascinados por esas inalcanzables jóvenes en flor y, veinte años después, aquellos chicos ya en la frontera de la mediana edad, cuarentones ya, intentan desentrañar el enigma de aquellas lolitas muertas que siguen fascinándolos y que vivían en una casa rebosante de densa femineidad enclaustrada –la madre era una católica ferviente y moralista que no dejaba que sus hijas salieran con chicos; el padre, profesor de matemáticas dócil y benévolo, aceptaba las muy estrictas normas de su mujer-, y las primeras muertes no hicieron sino ahondar el misterio y el espesor del deseo. La historia, contada en primera persona del plural, se estructura en torno a ese grupo de jóvenes, que ya no lo son, que pretenden, sin lograr alcanzar el éxito definitivo (“…es como querer apresar el viento”), desentrañar el enigma que llevó a todas las muchachas de una misma familia a quitarse la vida. Para tratar de conseguirlo se van a valer de informes policiales y médicos, objetos, documentos, recortes de prensa y fragmentos de diarios íntimos, restos de un tiempo congelado en la memoria. De fondo, acompañando a la historia, una metáfora que potencia la atmósfera que suscita la historia principal: la agonía de los olmos del barrio, afectados por una plaga y condenados por las autoridades a ser talados.

En definitiva, Las vírgenes suicidas es uno de esos libros que merecen la pena y que dejan huella y Eugenides un escritor sin cuya presencia perdería muchos enteros la literatura norteamericana actual.





 

 

   
 

Todo tiene explicación pero casi  nunca la conocemos.

   
 
 
 
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