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El autor. Nace
en Newark, Nueva
Jersey, el 3
de febrero de 1947,
en el seno de una familia judía de ascendencia polaca.
Escritor, guionista y director de cine. Entre 1965 y 1967 estudia
literatura francesa, italiana e inglesa en la Universidad
de Columbia de Nueva
York. Empieza a traducir a autores franceses como Jacques
Dupin y Andre
du Bouchet y viaja a París.
Volverá en 1967 para evitar ir a la Guerra
de Vietnam, tratará de trabajar en el cine,
aunque suspenderá el examen de ingreso al IDHEC.
Durante los diez años siguientes, el trabajo será duro
(véase A salto de mata). Escribe artículos
para revistas, empieza las primeras versiones de El
país de las últimas cosas y de El
palacio de la luna, semibiográfica, trabaja
en un petrolero, vuelve a Francia donde vivirá unos
tres años (1971-1974)
gracias a sus traducciones de Mallarmé, Sartre o Simenon.
En 1976 escribe
su primera novela, Squeeze Play (´traducida
como Jugada de presión), bajo el pseudónimo
de Paul Benjamin, una suerte de novela negra. Poco tiempo
después de divorciarse de la escritora Lydia
Davis, la muerte de su padre le proporciona una pequeña
herencia que le saca de apuros y le inspira para escribir La
invención de la soledad. Conoce a la novelista Siri
Hustvedt, con la que se casará en 1981.
Entre 1986 (año
en que sale Ciudad
de cristal) y 1994 (Mr
Vértigo), publica novelas mayores como El
palacio de la luna y Leviatán.
Obtuvo el Premio
Médicis en 1993 por
esta novela, Leviatán.
Vuelve al cine, y adapta junto al director Wayne
Wang su
relato corto El cuento de Auggie Wren. El mismo
Auster dirigirá Lulu on the Bridge (1997),
mal recibida por la crítica. Vuelve a la novela
con Tombuctú (1999), El
libro de las ilusiones (2002), La
noche del oráculo (2004)
y Brooklyn
Follies (2005).
En 2006 recibió el Premio
Príncipe de Asturias de las Letras y ese mismo
año publicó Viajes
por el Scriptorium y comenzó la que sería
su segunda película como director, The Inner
Life of Martin Frost. En 2008 saca otra novela: Un
hombre en la oscuridad. Su obra ha sido sistemáticamente
traducida al español. Ha recibido otros premios
literarios, entre ellos el Arzobispo Juan de San
Clemente 2000 (Santiago
de Compostela) por Tombuctú.
La obra. Hoy por hoy me gusta leer autobiografías,
mañana ya no sé lo que será. En esta
ocasión, lo confieso, me puse a leer el libro esperando
otra cosa, más al uso. Es evidente que no fue así.
Me encontré con páginas anodinas, casi de
relleno, como la referencia bastante pormenorizada a veintiún
domicilios permanentes. También me encontré con
páginas soberbias, que por sí solas bien pudieran
justificar la lectura. Es innegable que esta obra ayuda a
conocer el personaje, por lo que se desnuda y por lo que
se mira dentro (también fuera), con valentía,
como si realmente el sí mismo se descubriera como
otro. Aparecen a lo largo del libro su condición judía;
su condición de habitante de Nueva York, pero
también la relación de los múltiples
sitios donde vivió por algún tiempo, yendo
y viniendo, y el tiempo perdido en los aeropuertos; su condición
humana; su condición sentimental, hasta reconocerse
muy afortunado con su segunda mujer; la tristeza por
la pérdida de sus padres y, por supuesto, su condición
de escritor, detrás de la que deja traslucir lo que
siempre ha defendido, sus ideas políticas de izquierdas.
Todo para terminar preguntándose, a los sesenta y
cuatro años de vida en ese momento, ¿cuántas
mañanas quedan? Porque en este libro, el libro
de la vida de un hombre, consciente de ser el poseedor de
un cuerpo que envejece, acaba confesándose sinceramente
consigo mismo y reconoce que ha llegado al invierno de su
vida, sin que eso signifique que se hayan cerrado, ni mucho
menos, todas las puertas. Para concluir yo también,
voy a advertirles que no esperen ninguna genialidad (no me
refiero a mí, como ya se habrán dado cuenta).
Más claro aún, les puedo advertir, con la mano
en el corazón, que se trata de una obra menor pero
agradable y de lectura placentera. |