|
El
autor: Nacido en Villavieja, Castellón,
en 1936. Licenciado en Derecho y Filosofía
por la Universidad de Valencia. Cursó estudios
de Periodismo. Colaborador habitual del periódico
El País. Su obra comprende novelas,
teatro, relatos, biografías, artículos
periodísticos, libros de viajes, apuntes
de gastronomía, entrevistas y semblanzas
literarias, entre otros géneros. Sus novelas
Tranvía a la Malvarrosa y Son
de mar han sido adaptadas para la gran pantalla
de la mano de José Luis García Sánchez
y Bigas Luna, respectivamente. Compagina su labor
como escritor con la de galerista de arte, una
de sus más conocidas pasiones. Recibió
el premio Alfaguara de Novela en dos ocasiones
y el premio Nadal.
La obra: Hace algún tiempo, entre alguno
de los pocos viejos papeles que conservo, encontré
el dibujo con el que en su día, allá
por el año 1967, cuando estudiaba en Santiago
de Compostela, pretendí, desde luego con
medios extremadamente rudimentarios, el simple
papel de una ficha y dos rotuladores, representar
la situación de España: de
|
|
Dibujo realizado
por mí sobre una ficha, en el que pretendía
reflejar la situación de España
en aquel momento. |
|
un lado los ricos y del otro los estudiantes, los obreros
y los curas; en medio, nuestro muro de la vergüenza.
A estas alturas, un poco más maduros, sorprende
la simplificación y el hecho de alinear al clero
en el lado de los “nuestros”, simplemente
porque algunos se las daban de “rojillos”,
entre ellos el después famoso padre Aguirre,
que como Delegado de Actividades Culturales del llamado
Sindicato Democrático Estudiantil de la Facultad
de Medicina traje a Santiago en el año 1968,
creo que a demanda de los comunistas, y que acabó
casándose con la Duquesa de Alba. Allá
por febrero de este año mi mujer me informó
de que había aparecido un libro sobre el padre
Aguirre, motivada seguramente por el hecho de que le
había hablado de él en varias ocasiones.
No sé por qué razón pero nunca
me hubiera podido imaginar que saliera un libro sobre
su figura y mucho menos que, encima, me dijeran que
era bueno, que merecía la pena leerlo. Estimulado
por la noticia, sentí la necesidad de dejar constancia
en mi diario de lo que sigue: “A Jesús
Aguirre, el exclérigo que se convirtió
en 18º duque de Alba, lo traje a Santiago para
dar una conferencia en el año 1968, cuando decían
que era comunista, un intelectual (ambicioso y atormentado)
que por aquellas calendas dirigía Taurus. Aquel
día, por alguna razón, una vez terminada
su disertación, los comunistas que me habían
estimulado a invitarlo a que viniera desaparecieron
como por ensalmo, y no me quedó más remedio
que acompañarlo a cenar en el restaurante del
hotel Compostela. Puedo decir que nunca en mi vida cené
con un hombre tan prepotente. Daba la imagen de serio,
demasiado serio, muy agrio, un auténtico fatuo,
eso no lo he olvidado, y también recuerdo, esto
sí más vagamente, que me pareció
como resentido. Aquel día tuve la sensación
de que aquel hombre, un tipo delgado, de dedos largos,
vio en mí a un ser inferior y, en consecuencia,
digno de menosprecio. Igual no le gusté, en el
sentido que cada uno prefiera tener en cuenta, ya que
en lo tocante a cuales eran sus inclinaciones favoritas
nunca nada estuvo muy claro. Puedo disculparlo, en alguna
medida, porque me di cuenta de que no le había
sentado bien que el personal le hubiera dado de lado
y también, igualmente digno de considerar, porque
es cierto que me llevaría unos diez años,
que a esa edad era mucho llevar. Parece que el autor
del libro, Vicent, “lo retrata en contrapicado,
con generosidad y, a la vez, con un punto de aprensión
elegiaca, como si quisiera estar allí y, a la
vez salir corriendo”, es lo que dice Manuel Rodríguez
Rivero. El libro se llama Aguirre, el magnífico,
y, claro, tendré que comprarlo.” Y lo compré.
Y lo leí, se hace fácil. Es curioso cómo
se puede coincidir en las apreciaciones y hasta en las
palabras, en ocasiones. Quizás es que el biografiado
no daba para más, era así y punto. ¿Inteligente?,
pues lo sería, ¿querido? no lo creo. La
historia de un hombre, hijo natural, que no quiso ser
un cura simple, que terminó refugiándose,
pasando por la de la Iglesia, en la seguridad de la
nobleza. Un libro “magnífico”, acorde
con lo que el protagonista merecía (véase
título), pero, sobre todo, una divertida lectura.
|