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                      El  autor: Álvaro Pombo (Santander, 1939) se  licenció en Filosofía y Letras (Sección de Filosofía) por la Universidad de  Madrid y es Bachelor of Arts  en Filosofía (Birkbeck College,  Londres). Residió en Inglaterra desde 1966 hasta finales de 1977. Aparte de sus  libros de poesía, entre ellos Variaciones (1977), Premio de Poesía El Bardo, su  obra narrativa lo ha consagrado como uno de los maestros indiscutibles de la  literatura española contemporánea. Es miembro de la Real Academia Española  desde diciembre de 2003. La obra: Que quieren que les diga, pues  tolerable, pero, eso sí,  aunque no se  trata del Pombo (un apellido que me suena) de los grandes empeños, que los tiene,  cuando se leen las críticas la mayoría sitúan la obra en niveles de excelencia.  Será que hay escritores que una vez consagrados, pues ya, o será que por eso  del apellido me aplico a juzgar con mayor severidad, para así ofrecer a mi  fieles, y de momento escasos, seguidores una mayor sensación de imparcialidad.  Digo que se trata de una obra que se puede leer, que algo tiene, sin que  signifique que me sienta proclive a demostrar mucho empeño en aconsejarla,  considero que nadie se perderá nada importante, salvo encontrarse, ninguna  novedad en este autor, con quien domina con acendrado arte la pluma y demuestra  originalidad en lo que hace, y para algunos eso ya es mucho y para el autor de  la novela váyase a saber si también suficiente. Dato curioso, el autor dedica  el libro al ilustrador de la portada, ilustración a la que por cierto no  encuentro relación con el argumento, salvo que nos  acojamos a la metáfora, y que un hombre que  mira al mar y un barco, represente el prototipo de la aventura, la del libro, que  aprovecho para resaltar que las hay un poco más entretenidas. El hallazgo de un  manuscrito que contiene en dos cuadernos de cien páginas las memorias en forma  de diario del lugarteniente Aloof –distante en  inglés-, sirve de excusa para que el narratólogo, en  el que se desdobla Pombo (“Yo mismo tengo  un poco –yo supongo- un aire trasnochado de rabino”), reflexione en un  ejercicio metaliterario sobre las aventuras  concretas, sobre sus aspectos narrativos para acabar poniendo en cuestión el  concepto mismo de la aventura y el destino de los héroes. «¿Qué  pasa cuando un hombre de acción regresa a casa?» Lo que ya están pensando,  muchos no tienen adónde ir. Doña Isabel la presunta, por si acaso, señora del  aventurero, se atreve a decir: “Como algunas, también viudas como yo, dicen de  sus difuntos esposos a las claras: calzonazos”. Esta parte del libro, ya en el  final, no tiene desperdicio, se encontrarán con   la vida misma, con aventura o sin ella.
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