Efraím Medina Reyes. Técnicas de masturbación entre Batman y Robin. Ed. Destino, Barcelona, 2003.

   
 

El autor. Cartagena de Indias, 1967. Novelista, poeta, periodista, guionista, director de películas, autor de canciones y, muy probablemente, alguna cosa más. Novelas publicadas: Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, Técnicas de masturbación entre Batman y Robin, Sexualidad de la pantera rosa, Lo que todavía no sabes del pez hielo, Los infieles y Hombres de humo y mujeres que los aman. Recibió varios premios, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Cocultura. Sus libros han sido traducidos a diferentes idioma.



La Obra.



   

En el 2003 compré este libro y entre sus páginas me encuentro con dos hermosas postales del hotel Four Seasons Resort Costa Rica at Peninsula Papagayo, Costa Rica. Una de mis manías, dejar cosas entre los libros, en este caso para recodarme que anduvo conmigo por el mundo, sin tiempo para su lectura. Han pasado los años y resulta que es ahora, precisamente ahora, que me decido a leerlo. No me pregunten por qué. Pueden preguntarme qué me parece el título y les diré que me echa para atrás. Tampoco me gusta la portada (“lo único bueno que traen, la mayoría de los libros, es la solapa”, y no es el caso). Abro sus páginas y me encuentro con alguna forma de desafío, y estos siempre me gustaron. Comienzo a leer…

No me pidan un resumen del argumento: imposible. Así que ya pueden comenzar a denostarla, a la obra me refiero, y quizás no andarán desencaminados. Pero les voy a decir algo, si se atreven a enfrentarse al desafío –los buenos lectores están para eso y más- no van a salir defraudados. Les aseguro que se van a encontrar con auténticas tomaduras de pelo pero también con frases y párrafos deslumbrantes, incluso cioranianos –de Cioran, claro, al que tacha de llorón o de amargo y reseco como boca de puta vieja-, autor que les recuerdo –en el hipotético caso de que me sigan- me priva especialmente. Y humor, sí, incluso retorcido, hasta machista: “las tetas duran menos que una sonrisa”. Llegado a este punto casi me entran ganas de releer lo dejado atrás para buscar oraciones sorprendentes. Pero me encuentro con Poetas y carniceros. Prohibida para instructores de aeróbicos y ya me dejo arrastrar por este relato, me dejo llevar y me olvido de lo que he dejado hasta el presente. Me encuentro otra vez con el protagonista de esta merienda de negros, que en esta ocasión parece jugar un papel más coherente. En efecto, se trata de Sergio Bocafloja, un escritor que ha publicado una novela pero que se dedica a la publicidad. Conoce a Marianne en un aparcamiento después de haber sido violada, o váyase a saber. Es una chica peligrosa, aparece y desaparece hasta que se instala en el alojamiento de Sergio, se hace amigade sus amigos y hasta logra caerle bien a la madre de este. Sergio un día descubre que Marianne está liada con un carnicero, con el que termina marchándose y, entonces, Sergio decide emigrar a la capital donde conoce a Mapi, una rubia canadiense; se enrrolla también con Silvana una chica de quince años que sueña con suicidarse; después con Cleo, una mujer que lo instala en su apartamento simplemente por creer que tiene viviendo allí a una gran promesa de la literatura; con Lina, una amiga de Cleo que le hace una buena felación; con Franciné una chica pelirroja con piercings por todas partes, un poco loca, tan loca que apuñala a su novio Dani. No está nada mal, vida complicada, que ya da para escribir hasta de uno mismo. De fondo, entretextos, que desafían nuestra perseverancia, pero merece la pena soportarlos. Para mí, esta es la mejor parte del libro.

Y ya no voy a seguir, porque yo también tengo derecho a ser raro, si por tal se entiende que las historias fragmentadas y la literatura de fragmentos –que también se nos ofrecen en algunas partes significativas de este libro- pueden conmigo a la hora de comentarlas. Concluyamos, que el verano no da de sí para explayarnos en florituras: para mí un libro que me sorprendió, con no sé cuánto de autobiográfico, que ensaya diferentes formas narrativas, que me divirtió, caótico e irregular en ocasiones, pero profundo e interesante en la mayor parte de su recorrido. Por si todavía no quedó suficientemente claro, afirmo que la mayor coherencia de este libro se fundamenta, sobre todo, en su manifiesta desarticulación pero eso también puede, para muchos, formar parte de la diversión que proporciona.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

 





 

 

   
 

Nunca estamos de verdad con una mujer, sino con la idea de estar con ella. La mujer que deseamos está en la distancia y luego la proximidad la consume... Efraim Medina Reyes.

   
 
 
 
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