Alfredo Conde.  Huesos de santo. Barcelona,  Edhasa.

   
 

El autor: Alfredo Conde (Allaríz, Ourense, 1945) es uno de los escritores más sobresalientes y de mayor proyección internacional de las letras españolas. Es autor del libro de poemas Mencer de Luas, del libro de relatos Mementos de vivos y, entre otras, de las novelas Contubernio catro do Tomé, O barco é do amo, Breixo (Premio de la Crítica), Memoria de Noa (Premio Chitón y Premio Ícaro), Los otros días (Premio Nadal), Peregrino en invierno, El Griffón (Premio Blanco Amor, Premio de la Crítica, Premio Nacional de Literatura y Premio Cavour), Azul Cobalto, Memoria de soldado, María de las Batallas, Romasanta. Memoria incierta del hombre lobo (llevada a la pantalla por Paco Plaza en 2004), y Lukumi, muchas de ellas traducidas a diversas lenguas.

La obra: ¿Novela policiaca? El autor dice que sí. Y puestos a precisar: ¿Novela negra?  No carece de elementos. No faltará quien diga que todo eso, pero que va más allá, hasta convertirse en una parodia del género. A mí nunca me atrajeron este tipo de obras, por otro lado tan de moda en este momento, así que, como me ha sucedido con tantas otras, tan alabadas, no hubiera entrado entre mis consideraciones leerla. Y lo he hecho. Razones: el ruxe ruxe (Santiago es una ciudad de susurros, perfila Conde)  que dicen por aquí , ese rumor que llega de boca en boca: que si es divertida, amena, y con mucha retranca; que si es de misterio y de mucha intriga; que si la ciudad de Santiago de Compostela es una protagonista destacada de la novela, con sus calles, con sus hoteles, sus restaurantes, su universidad, su catedral,  y hasta su lluvia; que si me voy a encontrar con muchos conocidos, con personajes reales, muy de carne y hueso, otros no tanto pero también; que si hasta yo mismo aparezco (página 238), no en vano soy amigo del autor, quien, por cierto, me confesó un día que se divirtió escribiendo esta novela. Y eso se nota. Alfredo Conde siempre fue un luchador, de los de al pan pan y al vino vino. Y eso también se nota. Alfredo Conde es un hombre que ha vivido mucho, muy rodado (marino, docente, político, escritor). Y eso, desde luego, se nota. Alfredo Conde es perspicaz, irónico. Y, por supuesto, eso se nota. Todo eso se percibe en este nuevo libro suyo, uno de los muchos ya, un nuevo desafío, cuyo entramado permite que lo grave y lo leve, lo importante y lo pintoresco vayan de la mano a lo largo de toda la obra. El argumento arranca con el hallazgo del  bellísimo cadáver de la investigadora Sofía Esteiro y un atentado aéreo, muy especial, contra la hija del delegado del Gobierno en Galicia. Un comisario Andrés Salorio,  magníficamente caracterizado, que se las pintaba muy felices en sus últimos años antes de jubilarse, tendrá que enfrentarse tanto a un enigmático caso de homicidio como a las trapacerías de su familia más cercana y de sus colaboradores. Por no hablar siquiera de sus conflictos con los poderes establecidos, que pueden desembocar en un violento choque con el delegado del Gobierno y en un tremendo topetazo con la Iglesia.  Todo el libro destila, desde su buena prosa, un humorismo inteligente y fino. Entretenimiento asegurado.

   
 
                                                    La Iglesia te exige que lo juegues todo a una sola carta.
   
 
 
 
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