Mohammed Chukri. El pan desnudo. Primera reimpresión. Editorial Debate, Madrid, 2000.

   
 

El autor.

Nacido en Beni Chikar en 1935, un pueblo muy cercano a Melilla, una aldea del Rif, entonces perteneciente al protectorado español de Marruecos, en el seno de una familia pobre. En 1945 su padre desertó del ejército español y se trasladó a vivir con su familia a Tánger y fue allí donde aprendió el español. A los 11 años, los malos tratos habituales por parte de su padre –incluso llegó a matar a uno de sus hermanos- lo llevaron a escapar de casa y a vivir en la calle, en un ambiente dominado por la marginalidad. El odio al padre le marcó para siempre. Pasó por la cárcel y con veinte años aprendió a leer y escribir y es entonces cuando se marcha a estudiar a Larache, donde se matriculó en una escuela primaria. Cursó estudios hasta que, ya en la década de los sesenta, regresó a Tánger, la ciudad mítica. Allí permanecerá el resto de su vida, convirtiéndose en una habitual del trago y de la vida nocturna, donde se encontrará con personajes y vida que pasarán a formar parte frecuente de sus textos. Su obra El pan desnudo, fue rápidamente traducida al inglés por Paul Bowles y al francés por Tahar ben Jelloum, lo que le condujo al éxito internacional. Otras obras suyas que se pueden encontrar traducidas al español son: Tiempo de errores; Rostros, amores, maldiciones; Paul Bowles, el recluso de Tánger; Jean Genet en Tánger; El loco de las rosas; Zoco chico y La jaima. Chukri es una leyenda viviente de la literatura magrebí y árabe. En 1989 se dijo que fuera condenado a muerte por el régimen de Jomeini, algo desmentido con posteridad, y en los noventa sus obras fueron prohibidas en Egipto por la presión de los ulemas. Murió de cáncer el 15 de noviembre en 2003, en el hospital militar de Rabat, y fue enterrado en el cementerio Marshan de Tánger en presencia del ministro de Cultura de Marruecos, altos funcionarios, personalidades del mundo de la cultura y de un representante de la casa real. Antes de morir, creó una fundación que lleva su nombre, donde se conservan sus manuscritos. Chukri dejó en testamento una pensión vitalicia a Fathia, su ayudante doméstica, que lo acompañó durante más de veinte años.

 



La Obra.


   

Me gusta más el título original, El pan a secas, que por aquí también fuimos pobres y se utilizaba esa expresión, por lo menos la recuerdo de mi infancia. Parece ser que al autor le sucedía lo mismo. El título Pan desnudo, más poético eso sí, surgió tras el éxito de la versión francesa (Le pan nu), en la que quizás pretendieron equiparar inicialmente ese título con Naked lunch, El almuerzo desnudo, de William Burroughs, que también se adentraba en el lado oscuro de la vida y del Tánger de su autor.

Este libro, que permaneció en mi biblioteca en la memoria del olvido nada menos que veinte años, fue uno más de los que lo leí durante la cuarentena del coronavirus, a la que agradezco la oportunidad de encontrarnos y de permitirme, en relación con años anteriores, llevar mucho trabajo adelantado en mis lecturas, habitualmente de verano, destinadas a aparecer en estas Mis Recomendaciones. El pan desnudo es la autobiografía de la infancia y adolescencia de Chukri. Durante diez y siete años encabezó la lista de libros prohibidos en Marruecos.

En esta obra, Chukri se devoró a sí mismo, asegurando que gracias a su escritura se había salvado de la locura y de la marginación. Un libro hecho a jirones (con pinceladas impresionistas), entrecortado, seco, duro, nacido de la miseria, el hambre y el desamparo, en el marco de unas circunstancias especiales, lo años previos a la independencia. Subyace en el relato, de fondo, el empeño por lograr la supervivencia y mantener la dignidad en condiciones extremas. Libro duro, muy duro.

En este libro Chukri retrata un lugar y un tiempo: Tánger, Orán, Larache, una geografía de miseria en donde creció al lado de los que limpiaban botas, vendían cigarrillos de contrabando, trapicheaban con kif, cometían pequeños hurtos o se prostituían –el mundo de la homosexualidad muy presente- con extranjeros y también el de los burdeles. La iniciación a la vida de alguien que no tiene nada y lo desea todo. Sus afanes inmediatos: la procura de dinero, el consuelo de un sebsí detrás de otro, el alcohol y las mujeres de la vida, que ofrecían tanto sexo como cariño y que hasta tenían cultura, al menos cultura oral, sabían contar historias y tenían tiempo, que eso nunca lo olvidó el autor. Se cierra el relato de este libro con un final de esperanza para alguien que con veinte años no sabía firmar siquiera: la cárcel de Larache le enseñará a leer y a escribir. Y, por fin, podrá estudiar, aunque ya sea tarde para “aspirar a ser un ángel”.

Chukri se murió sin querer perpetuar su genética y evitar así que a sus descendientes les atrapara el fantasma de su padre. Su escritura nacida desde las entrañas de su misma vida, directa, firme, sabia. Esta novela consagró a su autor como una de las voces imprescindibles de la literatura magrebí contemporánea. Un libro inolvidable escrito por alguien que, hasta pasados los veinte años de edad, era analfabeto y que, nada es imposible, se convirtió en el escritor marroquí más reconocido.



                   

 

 

   
 

Las palabras se convierten en importantes cuando el poder se afana por enmudecerlas.

   
 
 
 
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