Imre Kertész. Sin destino. Barcelona, Acantilado. Cuarta reimpresión, 2011.

   
 

El autor. Nacido en Budapest, 1929, en el seno de una familia pequeño-burguesa judía, sometida a los avatares de continuos problemas económicos. Vivió en su infancia la separación de sus padres. Kertész fue a vivir con el padre y su nueva  esposa, limitándose a ver a su madre ―que volvió́ también a contraer  matrimonio― de acuerdo a un régimen de visitas. Fue deportado a los quince años, en 1944, a Auschwitz y luego a Buchenwald. Logró sobrevivir y en julio de 1945 regresa a Budapest y descubre que toda su familia, salvo la madre, ha desaparecido. El joven, que ahora tiene dieciséis años, reemprende su vida en solitario.  Concluye la escuela y se dedica al periodismo. Ingresa en el partido comunista y trabaja en el diario Vilagosság [Claridad] hasta 1950, cuando es expulsado. Llamado a filas, se licenció en 1953. Trabajó primero en una fábrica y se ganó luego la vida escribiendo musicales, comedias, textos publicitarios, guiones cinematográficos y traduciendo. A partir de 1958 empezó́ a concebir Sin destino, aunque primero intentó escribir diversas novelas. Los manuscritos se fueron acumulando. Por fin, después de 13 años, en 1975, apareció Sin destino y el recibimiento fue francamente frío. Se reeditó diez años más tarde y, por lo visto, el momento resultó ser el adecuado. Es a partir de ahí que fueron apareciendo las otras obras de Imre. Entre otros premios, recibió en el año 2002 el Nobel de literatura, siendo el primer escritor húngaro que lo obtuvo. Actualmente vive entre Berlín (donde se siente más apreciado y leído) y Budapest. Obras publicadas: Sin destino, 1975 (Acantilado, 2001, novela), El buscador de huellas, 1977 (Acantilado, 2007, relato policiaco), Fiasco, 1988 (Acantilado, 2003, novela), Kaddish por el hijo no nacido, 1990 (Acantilado, 2002, relato-ensayo), La bandera inglesa, 1991 (Acantilado, 2005, novela),  Diario de la galera, 1992 (Acantilado, 2004, diarios), Expediente, 1993 (G.Gutenberg, 2005, novela), Yo, otro: Crónica del cambio, 1997 (Acantilado, 2002, diario), Un instante de silencio en el paredón, 1998 (Herder, 2002, ensayos), La lengua exiliada, 2001 (Taurus, 2006, ensayos), Liquidación, 2003 (Alfaguara, 2004, novela), Dossier K, 2006 (Acantilado, 2007, novela), Cartas a Eva Haldimann, 2009 (Acantilado, 2012) .

 



La Obra.



En general no me encuentro muy proclive a seguir leyendo más libros sobre la segunda guerra mundial, el holocausto y todas esas cosas. Me siento saturado. Sin embargo, Sin destino, representa algo diferente, enfoca los hechos desde una perspectiva desacostumbrada, fue lo que me aseguró un amigo y por eso lo leí. Reconozco que es de lectura relativamente fácil Algunos se atreven a decir que es una de las grandes obras del siglo XX, que váyase a saber, dependerá, como dicen que decimos los gallegos. Yo no creo que sea para tanto.

¿A que viene eso de que sea diferente? Simplemente se basa en el enfoque con que se afronta la situación. El protagonista, Gyurka, no se rebela, asume lo que le está pasando: el internamiento en campos de concentración, las terribles experiencias. Considera que es algo que le ha tocado vivir, le guste o no, es su destino,  y trata de adaptarse constantemente  a su deplorable situación, la acepta como parte de su vida, la única que tiene para ser feliz. En definitiva, el argumento no encierra mayores complicaciones, se trata de la historia de un chico judío que durante año y medio se ve obligado a vivir en diversos campos de concentración nazis. El mensaje final, cuando dice que los campos no eran el infierno: “…para mí un campo de concentración seguía siendo un campo de concentración, y que había conocido algunos pero que no conocía el infierno, ya que el infierno no existe pero los campos sí”, nos acercan definitivamente a la naturalidad con que asume todo lo que le sucedió, a esa sensación de extrañar, en cierto modo, el estar prisionero. Valorar esa etapa de su vida, incluso verle el lado bueno, es difícil de creer, nacería, en este caso, de la innata honradez de un joven, de una educación: la de “aceptar todo lo que Dios nos impusiese”, la de no plantearse cuestionar la autoridad (en todo caso, “una mera exacerbación de las mismas virtudes para las cuales me educaron desde la infancia”).   Las semejanzas entre Kertész y  el protagonista de Sin destino, son muy acusadas, pero, a fin de preservar la distancia y la ironía del relato, el autor recurrió a un personaje “que no se le pareciera”. Lo que es indudable es que en esta obra hay mucho de autobiográfico, y hasta me atrevería a decir que es en eso donde radica su fuerza.

Estilo característico, de prosa clásica, limpia, transparente, de frases cortas. Esta obra ha sido adaptada al cine.     





 

 

   
 

El sufrimiento no engrandece a nadie

   
 
 
 
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