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El Autor.
Nació en Barcelona el 31 de marzo de 1948. Estudió
derecho y periodismo. En 1971, realizó el servicio
militar en Melilla, donde, en la trastienda de un colmado
militar, escribió su primer libro. Vila-Matas
empezará a ser conocido con Historia abreviada
de la literatura portátil de 1985, que es
mezcla de ensayo y ficción radical. Publica sucesivamente
Una casa para siempre (1986), Suicidios
ejemplares (1991), Hijos sin hijos (1993),
libros de relatos. Recuerdos inventados (1994)
es una antología de sus mejores cuentos. Se pasa
a continuación al género novelesco con
obras como Lejos de Veracruz (1995), Extraña
forma de vida (1997), El viaje vertical
(2000), Bartleby y compañía (2001)
y El mal de Montano (2002). En 2005 aparece
Doctor Pasavento, libro con el que cierra su
trilogía metaliteraria sobre las patologías
de la escritura (junto con Bartleby y Montano). En septiembre
de 2007 regresa al cuento y publica Exploradores
del abismo. En el Dietario voluble, de
2008, se decanta cada vez más por borrar las
fronteras entre la ficción, el ensayo y la biografía.
En 2010 vuelve a la novela con un gran éxito:
Dublinesca. Con En un lugar solitario,
de 2011, agrupa toda su narrativa de la etapa de formación
(1973-1984). En marzo de 2012 .
publica la novela Aire de Dylan. Vila-Matas
es autor también de múltiples ensayos
literarios y de artículos en prensa. Su obra
ha sido traducida a más de 30 idiomas. Ha recibido
un gran número de premios y distinciones, entre
los que destacamos: Caballero de la Legión de
Honor (Francia), Premio Ciudad de Barcelona 2001, Premio
Rómulo Gallegos 2001, Premio al mejor libro extranjero
en Francia, Premio Herralde 2002 , Premio Nacional de
la Crítica 2002 Premio Medicis-Etranger 2003,
Premio de la Real Academia Española 2006, Premio
Jean Carrière 2010 y Premio Gregor von Rezzori
2012 a la mejor obra de narrativa extranjera.
La Obra. ¿Cómo no había
hecho todavía ningún comentario de una
obra de este autor? No sabría decirlo, ya que,
como es lógico, con sus más y su menos,
siempre me ha gustado. Creo que se puede sostener que
es uno de los escritores españoles actuales,
incluso europeos, más importante. Mira por donde,
tenía que ser este libro aparecido en 1993, el
que me llevara a referirlo. Y es que este libro de relatos
(con tendencia hacia el cuento largo), aunque con aspiraciones
de novela, lo merece. El propio autor reconoce que en
su primera edición había pasado sin pena
ni gloria, que tuvo que esperar a ser conocido él
mismo para que se comenzara a hablar de sus relatos.
El libro reúne dieciséis narraciones de
variada extensión, en realidad quince, pues la
primera no es más que una cita del Diario de
Franz Kafka, de aquel que podríamos considerar
precisamente como el hijo sin hijos por excelencia (“Alemania
ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, fui a
nadar”).
Habiendo leído otras obras de este autor, no
me esperaba, quizás por eso tenía aparcado
el libro, que hubiera dejado atrás algo suyo
que me pudiera deparar una sorpresa positiva respecto
a lo que ya le conocía. La verdad, reconozco
que estaba equivocado. Cada uno de los relatos me parecieron,
me atrevo a decirlo, extraordinarios. Ahora entiendo,
otro descubrimiento coincidente con la lectura de este
libro, por qué Vila-Matas lo considera como uno
de los mejores entre su producción (entre los
cinco mejores que he escrito, afirma). Los personajes
que aparecen en el libro vienen a ser personas insignificantes
que, como a Kafka, lo que realmente les preocupa es
resolver su día a día más que detenerse
a analizar, aunque se crucen en su camino eventos destinados
a figurar en los libros de Historia (la muerte de Franco,
el lanzamiento del Sputnik, la caída del muro
de Berlín, el asesinato de Kennedy, la llegada
de Eisenhower a España o el juicio de Burgos).
En Hijos sin hijos, el autor recorre de una forma evidentemente
singular 41 años de la historia de España,
los mismos que Kafka tenía cuando murió
en Kierling. Los protagonistas de los diferentes episodios
son todos hijos sin hijos, personas que no desean descendencia
alguna, seres a los que su propia naturaleza aleja de
la sociedad y que, en contra de lo que puede pensarse,
no necesitan ninguna ayuda. Se trata de personas que
se han inventado una especie de indiferencia distante,
que viven en un país sin demasiado futuro, esperando,
al igual que Kafka, que, suceda lo que suceda, llegue
la tarde para irse a nadar. A más de uno todo
esto le puede poner a cavilar, que por aquí todavía
hay muchos que no se han caído del guindo, que
se han apoltronado en la indiferencia y no se han dado
cuenta de la maldita realidad, “la realidad modesta
de España” (Jorge Guillén en carta
a Salinas).
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