Iliá Ehrenburg. Gente, años, vida (Memorias 1891-1967) . Barcelona, Acantilado.

   
 

El autor. Nació el 27 de enero de 1891, en Kiev,  y  falleció el 31 de agosto de 1967. Escritor y periodista. De familia judía. A la edad de 4 años, en 1895, se trasladó junto con su familia a Moscú. Durante sus estudios en el Gymnasium  conoció a Nikolái Bujarin, que estaba dos cursos por encima de él. Mantuvieron su amistad hasta que Bujarin fue ejecutado en 1938. Durante la Revolución Rusa de 1905, Ehrenburg y Bujarin, entonces estudiantes de secundaria, participaron en manifestaciones masivas que fueron violentamente reprimidas. Al año siguiente se unió a un grupo clandestino bolchevique. En 1907 fue expulsado de la escuela y, unos meses después, en 1908, fue arrestado por la policía secreta zarista, cuando tenía diecisiete años. Pasó cinco meses en prisión, donde fue golpeado (algunos de sus dientes fueron rotos). Fue puesto en libertad en espera de juicio, pero en diciembre se exilió en Francia. Ehrenburg eligió París como lugar de exilio, ya que Lenin estaba allí en ese momento. En París empezó a escribir poesía y se hizo amigo de Picasso (al que siempre admiró), Apollinaire y Fernand Léger. Durante la Primera Guerra Mundial ejerció como corresponsal en el frente. Después de volver a su país de origen, vivió en Kiev, Járkov, Kerch, Teodosia y Moscú. También viajó a Georgia con Osip Mandelstam. Por ese entonces mantenía una amistad con Vladímir Mayakovski, Marina Tsvetáyeva, Serguéi Yesenin, y Borís Pasternak, quien leería sus poemas. Más tarde Ehrenburg criticaría la famosa novela de Pasternak, Doctor Zhivago, por considerarla falsa. Fueron sonados sus romances con Liselotte Mehr y Jadviga Sommer. En su primer matrimonio (1910-1913) con Ekaterina Schmidt tuvo una hija, Irina. En 1919 se casó con su prima Lyubov Kózintseva, hermana del director de cine Grigori Kózintsev. Aunque simpatizaba con la revolución, no se sintió a gusto con lo que ocurría en la Unión Soviética y se marchó en 1921. Ese año escribió la que los críticos han juzgado su mejor novela, Julio Jurenito, que ridiculiza al Occidente capitalista y al sistema soviético. Vivió en Berlín y Bruselas y desde 1925 en París. Al proclamarse la Segunda República Española en 1931 viajó con frecuencia a España. Durante la Guerra Civil Española fue corresponsal de Izvestia y escribió los libros No pasarán (1936) y Guadalajara: una derrota del fascismo (1937). Estos escritos lo reconciliaron con los comunistas. Pocos días después de la invasión nazi a la Unión Sovietica, Ehrenburg se incorporó al departamento editorial del periódico del ejército soviético Estrella Roja como corresponsal de guerra. Sus textos también fueron publicados en gran cantidad de otros medios soviéticos. En reiteradas oportunidades hizo visitas a los frentes de guerra.Sus artículos disfrutaron de gran popularidad, especialmente entre los soldados soviéticos. Ehrenburg jugó un papel especial durante la Segunda Guerra Mundial en la documentación del Holocausto. Junto con otros escritores soviéticos, como Vasily Grossman, fue de los primeros en contemplar los recién liberados campos de concentración nazis y en denunciar el Holocausto. En el curso del avance soviético frente al Tercer Reich, Ehrenburg también se hizo célebre por su apología de la violencia más extrema : “a partir de este momento hemos entendido que los alemanes no son humanos”, escribió en 1942. Posteriormente publicó La caída de París (1941), La tempestad (1949), La novena ola (1952) y El deshielo (nombre que sirvió para acuñar ese periodo de la historia soviética) en 1954. Ese año viajó a Chile y visitó a Pablo Neruda, a quien había conocido en París en 1937. Ehrenburg se convirtió desde 1950 y hasta su muerte en una de las figuras soviéticas más visibles, en diputado del Soviet Supremo y mensajero respetado del estado soviético. En 1952 recibió el Premio Lenin de la Paz. Sin ser nunca miembro del Partido Comunista, se movió libremente y visitó distintos países extranjeros, llevando a cabo misiones culturales importantes en pleno período de la Guerra Fría. Se halla enterrado en el cementerio Novodévichi, el más famoso de Moscú.

 


La Obra.



Sirva este libro para hacer honor a uno de los mejores editores que ha dado España, recién fallecido cuando escribo esta reseña: Jaume Vallcorba. Sirva también para distinguir la ardua labor, generalmente modestamente recompensada, de los traductores, que, en este caso, por lo menos figura en la portada del libro: Marta Rebón, aunque se le haya pasado por alto, por ejemplo, un error de sintaxis típico del catalanohablante (habían, página 893). De 2057 páginas se compone la obra, así que no se trata, a efectos de lectura, de una empresa fácil. Casi me quemó la mitad del tiempo dedicado a la lectura de mis vacaciones de verano. Mereció la pena, como se lo merecerá a quien le guste conocer una época –guerra de España incluida- desde la perspectiva inusual de un hombre, un ruso y judío, capaz de sobrevivir, casi resulta increíble, sin ser miembro del partido comunista. Me he detenido inusualmente en la biografía de este hombre porque considero que ella misma explica que pudiera escribir este libro: lo vio todo. En esta obra se encontrarán con un recorrido detallado a través del siglo XX hasta los años sesenta y con páginas muy especiales dedicadas a España, en el que ve un pueblo hermano y donde tras un primer viaje por todo el país tras la proclamación de la República, pasará después largos períodos en los diversos frentes durante la Guerra Civil.  Inolvidable el recuerdo a Antonio Machado, luchando contra la muerte. Es indudable que este autor contribuyó muy activamente a la creación de una actitud entre romántica y solidaria de los soviéticos hacía el “heroico pueblo español”. Puede considerarse lógico que este apartado me resultara uno de los más interesantes.

     Si incluso a través de estas memorias es factible hacerse una composición de lugar con respecto a las habilidades de Ehrenburg para haber logrado sobrevivir en un mundo tan proclive a las “purgas” y a la tiranía de Stalin (la Gran Purga corresponde con la época de Yezhov, conocido como “El Enano”, pero aunque se le hiciera responsable, en última instancia no parece que fuera cosa suya sino de su jefe), lo que muchos le criticaron (hay gente que esgrime su supervivencia como arma para atacarle), hay un hecho que figura ya hacía el final del libro, que habla de su valentía.  A finales de 1952 se hizo público “el complot de las batas blancas”, según el cual algunos médicos —la mayoría de origen judío— se habían propuesto asesinar a la cúpula del partido. Entonces, a algunos prohombres con apellidos judíos se les conminó a firmar una carta en que se venía a decir que, a pesar del merecido castigo que debía caer sobre los culpables y sus inductores, no todos los judíos rusos eran desleales. Pues bien, Ehrenburg fue de los pocos que se negaron a firmar esta carta. Pero no solo hizo eso, sino que redactó una personal de respuesta a Stalin, el verdadero instigador de la operación, mostrando al gran dictador el carácter contraproducente tanto de la carta que se les proponía firmar como del hecho de que se persiguiera a unos ciudadanos por su origen. Afortunadamente Stalin resolvió con su muerte (esta sin aclarar del todo, por cierto) el previsible final de esta historia. En todo caso Ehrenburg, frente al servilismo de una carta, da pruebas con la suya de valentía frente al tirano, capaz de arriesgar su cabeza por lo que a todas luces consideraba una causa justa

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Fascismo o comunismo: plazas abarrotadas venerando al líder.

   
 
 
 
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