Cesar Antonio Molina. Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Ediciones Destino, S.A.

 

El autor. Nacido en A Coruña en 1952. Escritor y político (ministro de Cultura entre 2007 y 2009). Licenciado en Derecho y doctor en Ciencias de la Información. Fue profesor de la Complutense de Madrid y ha seguido siéndolo en los últimos años, en la facultad de Humanidades y Periodismo de la Carlos III de Madrid. Dirigió el Instituto Cervantes. Ha publicado más de una treintena de libros de ensayo, prosa y poesía. Su obra poética aparece recogida en numerosas antologías y está traducida a varios idiomas. Lugares donde se calma el dolor, el cuarto volumen de sus Memorias de ficción, sigue la estela de Vivir sin ser visto (2000), Regresar a donde no estuvimos (2003) y Esperando a los años que no vuelven (2007). Posee las más altas condecoraciones de España, Francia, Italia y Chile.

La obra. Ahora que está todo en Internet (“Internet es una inmejorable disculpa para tanto iletrado resentido. Todo el saber universal está metido en la red, pero cada vez hay menos personas cultas”, página 228) quizá no fuera de esperar que pudiéramos encontrarnos  con una obra de este tipo, por otro lado difícil de clasificar. Aunque tenga mucho de libro de viajes, va más allá, buscando la profundidad del tiempo. Además,  el autor aprovecha para manifestarse, para dejar la impronta de sus opiniones personales e incluso para desnudarse intelectualmente. Este gallego tan viajado sospecho que se habrá dado cuenta de que a nada conducen los nacionalismos (“Zweig siempre dijo que uno de los grandes males de la Historia era el nacionalismo”, página 384), sobre todo aquellos que podríamos calificar de disgregadores (si hay alguno que no lo sea, lo que ya nos llevaría demasiado lejos). Justifico lo anterior en el notorio hecho de que el escritor de esta obra, que ha tenido la oportunidad única y repetida de “buscar el futuro en el pasado”, se habrá dado cuenta  de que los ombligos del mundo han cambiado demasiadas veces ya de barriga. Se trata de una obra que en mi caso por lo menos, lo reconozco,  podría titularla como El libro de la vergüenza; siendo mucho atrevimiento el osar modificar el hermoso título asignado por el autor a su libro, sólo pretendo significar con ello que me hizo comprobar, casi sentirme culpable, de que habiendo estado en muchos de los sitios que trata, no fui capaz de ver casi nada de lo que él descubre. Háganse cargo ya desde ahora, no se trata de un libro fácil, como tampoco lo es saber mirar. También les digo que merece la pena el esfuerzo. Como tantas veces sucede, lo mejor no acostumbra a llegar por añadidura, lo normal es que para conseguirlo tengamos que poner el correspondiente esfuerzo de nuestra parte. En este libro, desde el silencio del tiempo, nos trae un sinfín de preguntas, reflexiones suscitadas por tantos lugares eternos, incluso desde sus propias ruinas: Nápoles, Palermo, Sicilia, Roma, Trieste, Londres, Berlín, San Petersburgo, Moscú, Praga, Rabat, la antigua Yugoslavia, Petrópolis (Brasil), Jerez (México), Nueva York, Madrid, París, Kutná Hora (Chequia) y Siria. Un libro ciertamente inusual para lectores quizás también inusuales.



   
 

La belleza no se ve, si no estás eucado para verla.

   
 
 
 
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